A los 20 años dejó su Japón natal y se radicó en Loma Verde. Su cara se hizo conocida por haber trabajado junto a Diego Capusotto, aunque también participó en otros programas y en varias películas. Un personaje siempre sonriente y optimista.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Cae la tarde en Loma Verde. Minoru Tajima (71) le da comer a sus perros en el jardín y luego los ata. “No es que sean peligrosos, pero por las dudas”, aclara. Recién entonces invita a pasar. Explica que acaba de llegar de trabajar, que su esposa está viviendo con uno de sus hijos en Chile y que por eso la casa está fría.

Tímidamente empieza a relatar su vida, aunque avanzada la charla se suelta y demuestra ser un tipo abierto, con buen humor. Cuenta que hace cincuenta años que vive en Argentina, y la mayor parte del tiempo la pasó en Escobar. Llegó desde Japón en barco, tras 45 días de travesía y haciendo escalas en varios países.

En un primer momento fue acogido por una familia nipona de General Pacheco que tenía un vivero, después se instaló en la colonia japonesa de Loma Verde. Compró unas hectáreas, crió lechones y cultivó flores, aunque su especialidad eran las frutillas. “Las presenté en la Fiesta de la Flor que se hizo al lado de dónde hoy está el Jardín Japonés. No había competencia, así que salí primero, eran las mejores”, dice, entre risas.

Después de diez años de estar en el país, ya casado y con tres hijos, volvió a su suelo natal durante un año, aprendió a ser masajista y regresó a Argentina. Un amigo lo trajo a trabajar al Jardín Japonés de Palermo, donde es gerente de mantenimiento y también ayudó a construir la Casa de Té que allí funciona. Hoy, con toda su descendencia viviendo fuera del país, está instalado en la casa de uno de sus hijos, en Loma Verde, y todos los días viaja a trabajar a Capital.

Alejado de las frutillas, Minoru logró hacerse famoso como actor. Y aunque trabajó en varias películas y programas de televisión, todos lo recuerdan por sus presentaciones en el desopilante Todo x 2$.

¿Cómo fue su llegada a la televisión?

Empecé hace 35 años. En ese momento no había castings y un señor que yo conocía, que trabajaba en la embajada japonesa, me dijo que fuera a Telefe -cuando todavía era Canal 11-, que necesitaban a hombres orientales. Tampoco había tantos chinos como ahora, por eso de los canales iban a pedir gente a las embajadas. A mí siempre me gustó la actuación, así que fui.

¿Qué tipo de programa era?

De entretenimiento, no era una novela amorosa. Tenía una escena cortita en una casa de comida china, total nadie sabía que en realidad era japonés. Estaban unos actores sentados a una mesa y yo lo único que tenía que decir era “chan-ta”. Había otros japoneses pero ellos hacían de extras y no figuraban en los títulos, yo sí, como actor, por decir solo una palabra. Era el actor chanta. También trabajé en siete películas de cine, la gente no lo sabe porque no aparecí con chicas rubias en las revistas (risas).

Pero fue Todo x 2$ el programa que lo llevó a algo así como el estrellato… ¿Cómo se dio esa experiencia?

Un hombre de Canal 9 me preguntó si quería participar de un programa con mucho humor, así que acepté. Ahí lo más llamativo fue la apertura del programa, donde aparecía bailando, la gente me reconocía por eso. Pero a los tres meses nos bajaron de Canal 9 por falta de rating. El programa era de Ideas del Sur, después enganchamos en Canal 7 y estuvimos cuatro años. Era muy divertido hacer ese programa, además era con público en vivo así que era interesante. Fue una experiencia distinta.

Después se mantuvo dentro del ambiente televisivo por bastante tiempo, ¿cuál fue la clave?

Lo que pasa es que yo era masajista y en todos en los canales los actores me pedían que les hiciera masajes… Moria Casán, Florencia Raggi, Araceli González, Julieta Ortega, Adrián Suar, Claudio Villarruel. Yo saludaba a todos como si nada y me conocían como actor y masajista. A Araceli González la conozco de la época en que vivía con su primer marido en Ramos Mejía, antes de Suar, después se mudó a San Isidro y también fui. También conocí a su hija Florencia, era una chiquita con muchos problemas por la separación de sus padres, son cosas muy fuertes que los chicos sienten. Algunos tienen ataques de pánico y contracturas muy intensas por puro stress. Yo hago técnicas mentales para descontracturar que sirven mucho.

¿Para qué tipo de producciones lo suelen convocar?

Para cosas divertidas, porque no me gusta nada de llorar. Lo que siempre me piden es que no cambie mi acento, que no mejore mi español, porque a los productores les gusta esta mezcla entre el japonés y el español. Me acuerdo que cuando vine a Loma Verde trabajaba con un santiagueño que me cargaba todo el tiempo y se reía porque lo único que me enseñaba eran las malas palabras. Como yo no sabía que querían decir, las pronunciaba todo el tiempo y el santiagueño se mataba de risa.

Usted participó en la construcción de la Casa de Té del Jardín Japonés de Palermo, que es muy típica. ¿Qué particularidades tiene la construcción japonesa?

No utilizamos clavos ni tornillos, es de madera toda encastrada el macho con la hembra, así se logra que no se mueva. En Japón no se usan clavos por el tema de los terremotos o las grandes tormentas como los tifones. Los clavos se saltarían frente a los movimientos, pero si las maderas están encastradas no se salen, se vuelven flexibles. Por eso tampoco se utiliza el cemento, y las casas están sobre pilotes.

El té en Japón vendría a ser algo así como el mate en Argentina, ¿no? ¿Cuáles son las características de una típica ceremonia de té japonesa?

No tiene nada que ver con el mate que tomamos pasándonos entre todos la bombilla. Hay que sentir el gusto del té verde, cada uno con su taza. El dueño de casa invita a la gente y significa algo así como amistad, aunque se estén peleando, es algo que une. Se realiza sentado sobre un tatami, frente a una mesa baja y con mucha tranquilidad. Se habla en voz baja, está prohibido hablar de política, religión, mujeres o cualquier tema que pueda ser incómodo. Se habla mucho de flores y de plantas, de la naturaleza, de cosas lindas. Se acompaña con unas galletas diminutas, un poco dulces, que no son para llenar la panza. Nada que ver con lo que pasa acá, que el mate se acompaña con tortas o medialunas.

¿Se toma amargo o dulce el té?

Amargo, pero depende, porque dentro de Asia está, por ejemplo, el té chino, el japonés y de otras regiones, todos tienen distintas formas de fabricación. El té de acá, el rojo o el negro, son hojas quemadas, es como el café que está tostado. El té verde se hace a partir de vaporizar y secar la hoja. Los chinos lo vaporizan y después lo fermentan. Por eso los gustos son distintos, pero en ningún caso se endulza. Por eso dicen que los orientales somos medio amargos.

¿Qué sintió cuando después de diez años de haberse ido, volvió a Japón?

Todo estaba muy cambiado, pero lo que más me llamó la atención fue ver a mi antiguos amigos con familia, yo los recordaba como mocosos y estaban todos con bigote, barba… Al año nos volvimos. El tema es que mi señora es muy argentina, a pesar de ser hija de japoneses, no se sintió cómoda y regresamos. Extrañamos mucho la Argentina en aquella época.

¿Piensa volver a su país alguna vez?

No creo que vuelva salvo a visitar a mis hermanos, tengo cinco, pero nada más. Igual ahora es más fácil hablarse y estar al tanto con el teléfono e Internet. Antes uno mandaba una carta y recibía la contestación tres meses después. El único problema son las 12 horas de diferencia horaria, pero nada más.

¿Maneja bien Internet?

No, no, mi hijo me dejó todo preparado y tengo anotado qué teclas tocar para comunicarme. Por eso no puedo buscar chicas ni nada de eso. A veces me equivoco y hago un lío bárbaro (risas).

¿Alguna vez lo discriminaron?

Sí, muchas, cuando vine acá no había muchos japoneses, en todos lados decían “ese japonés de…” y la mala palabra. Aunque claro que también hay gente muy buena y me pude hacer amigos, conocidos, compañeros.

¿Cómo se llevan los chinos y los japoneses?

En Loma Verde específicamente hay muchos taiwaneses y ellos no nos tienen bronca porque no hubo conflictos políticos con Japón. Pero entre los chinos y los japoneses sí hay pica, porque durante toda su vida escucharon hablar de los conflictos con Japón. No son cosas de ahora, pero se fueron trasladando de generación en generación y les quedó bronca.

Si usted va a comprar a un supermercado chino, ¿se dan cuenta de que es japonés?

Yo siempre saludo en chino, digo “Ni hao”, pero me pescan al toque porque el acento es muy distinto.

¿Le interesa la política argentina?

En política no me meto, ni en la argentina ni en la japonesa. Esas cosas son para problemas, yo me conformo con que me dejen vivir.

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