A la Comisaría de la Mujer de Escobar le falta de todo: no tiene patrullero, psicólogos, asistentes sociales, abogados, internet ni teléfono. Pese a tantas limitaciones, ya recibió quinientas denuncias en poco más de un mes.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

La violencia de género ya es cuestión de Estado. Por eso, con un sencillo acto y en medio de la campaña electoral, el ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, inauguró el martes 15 de septiembre en Belén de Escobar la puesta en marcha de la Comisaría de la Mujer y la Familia.

La flamante dependencia policial está ubicada sobre la calle Sarmiento 552, entre Tapia de Cruz y Spadaccini, y quedó a cargo de la oficial principal Karina Tassi. Se encuentra abierta las 24 horas y cuenta con nueve agentes que se turnan con un mismo objetivo: hacer cumplir la Ley nacional 26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”, que fue promulgada el 1º de abril de 2009, pero que aún no se aplica correctamente por falta de presupuesto.

“En un principio estamos atendiendo los temas de violencia familiar, abuso sexual, impedimento de contacto y cuota alimentaria. Como no contamos con un patrullero no podemos hacer desalojos cuando mandan las órdenes judiciales. Eso lo siguen manejando las comisarías. Por ahora estamos solamente con la atención al público”, informa a DIA 32 la oficial subinspectora Luciana Romano.

Aunque la propia cartera de Seguridad promociona que las 115 comisarías de la Mujer y la Familia “cuentan con equipos interdisciplinarios integrados por psicólogos/as, asistentes sociales y abogados/as”, en Escobar todos estos profesionales brillan por su ausencia. “No tenemos gabinete y las estamos derivando a la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (25 de Mayo y San Lorenzo), al centro de asistencia de la Fiscalía (Colón y 25 de Mayo) o al del Municipio (Bernardo de Irigoyen 349). Son mujeres que necesitan contención, porque así como se van, llegan a la casa, el tipo le pide perdón y vuelven a caer”, comenta la servidora pública.

“Muchas de las mujeres que vienen son amas de casa, dependen económicamente de sus maridos o parejas y no tienen un lugar adónde poder ir con sus chicos”, agrega. Por eso sostiene que “se necesita una casa-refugio y el gabinete, sí o sí”.

A pesar de estas falencias, incluyendo la ausencia de teléfonos e Internet en la oficina, por lo cual la víctima debe dirigirse en persona o bien llamar al 911, la Comisaría de la Mujer ya tomó más de 500 denuncias. “Hay más casos de los que esperábamos. Y más del 50% de las víctimas son de Garín”, detalla la oficial Tassi, a la vez que destaca la aceitada relación con el Tribunal de Familia que funciona en el Juzgado de Paz local. “El balance es muy positivo porque la gente viene y las cautelares de prohibición de acercamiento o de exclusión salen de manera inmediata de la oficina”, subraya.

Hasta el momento, los casos más resonantes involucraron a un portero de la Escuela Técnica Nº1 que abusó sexualmente de una vecina de 9 años y a un integrante de Prefectura Naval que “le rompió la nariz” a su pareja, por lo cual fue inmediatamente separado de la fuerza.

Al contrario de lo que muchos piensan, la reluciente comisaría, distribuida en dos plantas y con un sector de juegos para niños, está creada y preparada solamente para recibir denuncias, sea de mujeres o de hombres, y no para alojar a quienes sean acusados de violencia intrafamiliar o de género. De hecho, el inmueble no cuenta con ninguna reja.

“Van presos solamente si hay una orden judicial de prohibición de acercamiento y ellos la desobedecen”, explica Romano respecto de una problemática que se acentúo en los últimos tiempos y que actualmente se cobra la vida de una mujer argentina cada treinta horas, según estadísticas no oficiales. “Casi siempre los hombres agresivos son así por la crianza que tuvieron. Ellos necesitan tanto tratamiento como sus víctimas, pero no los obligan a hacerlo, aunque en la ley figura que lo deben hacer”, acota.

Las normas ya están y la comisaría, aunque a medias tintas, también. Ahora habrá que esperar su evolución y, por sobre todas las cosas, abogar por el cambio cultural que tanta falta hace para dejar de exclamar de una vez por todas y para siempre: ¡Ni una menos!

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