A sus casi 83 años, el reconocido fotógrafo, aunque también escritor, pintor y político, repasó su amplia trayectoria y sus pensamientos sobre distintos temas en un mano a mano íntimo con DIA 32.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Nacido en Pergamino el 3 de agosto de 1926 y radicado en Belén de Escobar desde 1952, Alberto Rolando Ranne Valentini ha llevado una vida cargada de intensidad, talento y pasiones, mucho más allá de su reconocida profesión de fotógrafo. Recién ahora, con la salud achacada por sus casi 83 abriles, se ha sentado a descansar. “Hace dos años que estoy desconectado totalmente, de todo”, aclara mientras calienta cafés para las visitas. En su departamento de 25 de Mayo y Sarmiento, de living amueblado con elegantes sillones Luis XV, se esmera por ser un buen anfitrión y un mejor entrevistado de DIA 32.

Improvisando un ligero repaso biográfico para arrancar la conversación, destaca que fue cadete de aviación en Córdoba, hasta que enfermó de fiebre tifus; estudió pintura en Bellas Artes con el profesor Juan Belcuore y fotografía con el artista vienés Guillermo Dubois; trabajó varios años para Formoselle y compañía, durante tres décadas estuvo al frente de Foto Select -Travi y Colón, en Belén de Escobar- y en 1983 abrió su primer local propio, al 1000 de la avenida Tapia de Cruz.

En su pueblo de origen trabó amistad con la familia de Arturo Illia, como tiempo después lo haría con otro presidente radical: Raúl Alfonsín. Fundó el Círculo de Artes Plásticas, el Círculo de Escritores de Escobar y el periódico Rumbos, donde escribía con su amigo Saúl Olivera, fallecido hace unos años. Además, tuvo una prolífica militancia en el radicalismo: se desempeñó como concejal durante dos períodos (18/6/1965-28/6/66 y 11/12/1987-10/12/91) y entre 1985 y 1987 fue secretario del Concejo Deliberante.

¿Cuándo le picó el bichito de la fotografía?

Empecé a sacar fotos a los 22 años. Me enseñó un amigo que tenía en Pergamino, Guillermo Dubois, un austriaco devenido en francés. En el ‘40 la fotografía era algo totalmente distinto. Ahora se mecanizó todo, pero en aquella época había que hacerlo todo a mano. Recuerdo que cuando llegó el enrolamiento femenino llegué a retocar mil películas por día. Hoy la fotografía digital ha hecho el sepelio de la fotografía original.

¿Cuántas fotos calcula que habrá sacado en estos sesenta años?

Más de un millón, seguro.

¿Qué foto siente que lo marca, que lo define mejor?

Aquella que cuando alguien la mira dice: “Esta la sacó Ranne”. Esa es la mejor.

¿Hay alguna que, por algún motivo, quisiera volver a sacar de nuevo o que no haya podido sacar en su momento?

Realmente no, he fotografiado todo lo que me gustaba. Todas tienen algo que me ha golpeado el corazón y yo lo he abierto para que entrara.

Ha fotografiado muchísimos paisajes de Escobar ¿tiene alguno predilecto?

Todos los lugares de Escobar me encantan, particularmente sus paisajes y las casas viejas, que, de alguna manera, muestran la transformación que se produjo en Escobar a través del tiempo. Al fotografiar un paisaje hay que transmitir la belleza que se siente al verlo. Si uno logra eso, ha cumplido.

¿Cómo explica su pasión por la fotografía?

Siempre la llevé en el alma, era una cosa de locos, me encantó toda mi vida. Si una profesión no se ejerce con amor, no se ejerce como corresponde. Ese es el principio fundamental para cualquier profesional. Yo lo hice con amor, con ganas, con el ansia de que cada fotografía sea mejor que la anterior.

Si bien se lo conoce más como fotógrafo, también ha sido plástico y poeta. ¿En qué rama del arte se considera mejor?

No sabría decirlo. Abracé todas esas cosas con un cariño y un amor profundamente fuertes. La fotografía me llenó el alma; la poesía, también. Eran sagradas. Todo lo que hice lo hice a gusto, con toda la fuerza del alma y del espíritu.

¿Cómo empezó a incursionar en la política?

Tenía veintipico y con varios amigos íbamos a los actos en los que hablaba Ricardo Balbín, pero la policía peronista venía con machetes a darnos con todo y teníamos que salir corriendo. No podíamos ir a un acto. Era terrible, una tiranía. Escuchaba a Evita decir desde el balcón de la Rosada: “Vamos a salir las mujeres peronistas y no va a quedar piedra sobre piedra que no sea peronista”. O a Perón: “Por cada uno de nosotros que caiga van a caer cinco de ellos”. ¿Quién que se sintiera democrático podía avalar al peronismo de aquella época? Eso fomentó mi necesidad de expresarme políticamente por una determinada doctrina que hiciera que mejorara el sentido político, democrático, económico y social de la comunidad.

Como balance de su actividad como concejal, ¿pudo realizar todo lo que pretendía o se encontró con muchas limitaciones?

Sí, había limitaciones. Uno no se podía extender mucho porque te votaban los proyectos en contra, o porque no había plata o porque no se les había ocurrido a ellos.

¿Qué proyectos se gratifica de haber impulsado desde su banca?

Me resulta difícil hacer memoria ahora, pero presenté muchos, más de cien. Recuerdo el ensanche de la 25 de Mayo, la placita de las banderas de Tapia de Cruz y Colón, que se haga la vereda del campito de la estación. Hubo varios que en su momento no se cumplieron, pero que después, cuando vino Patti los concretó. Como éramos muy amigos, le pedí varias cosas, que no eran para mí, eran para el pueblo, proyectos que habían quedado dormidos en algún escritorio, como el alumbrado de la calle Güemes, donde hizo la terminal, y la declaración del 4 de marzo de 1877 como día de creación simbólica de Belén de Escobar.

Criticó al peronismo por antidemocrático pero era amigo de alguien como Patti, que participó en un proceso antidemocrático y tenía formas similares a las que usted cuestionó de Perón…

Patti obedecía órdenes de sus superiores y no sé cómo fue eso, pero creo que es alguien a quien se podía recuperar para la democracia nacional. En mi opinión, en la balanza de las cosas siempre ha tirado a favor de lo bueno. Su primera intendencia fue excelente y lo he visto trabajar mucho por la comunidad de Escobar. Siento un aprecio muy especial hacia él.

Hablando de sentimientos, ¿qué siente por Escobar?

Lo amo. Yo vine a Escobar con el sueño de un joven que quería conquistar una vida llena de posibilidades, de alegrías, no solamente para el público en general sino para mi hogar, mi familia. Hoy siento una profunda nostalgia por los hermosos momentos que viví en este bendito pueblo, al que tanto quiero.

¿Se queda con el Escobar actual o con el que conoció al llegar?

Me quedo con el Escobar que yo sueño. Hay que comprender que el Escobar de hace muchos años era algo bueno, pero tenía que avanzar. Y el Escobar que vemos ahora también es bueno, pero siempre soñamos con tener algo superior.

¿Qué mensaje dejaría para las nuevas generaciones?

Para los escobarenses, que se preocupen por todos los que habitamos este querido pueblo, que sientan la responsabilidad de hacer de toda la comunidad un grupo de gente que sienta la alegría de vivir, de trabajar y de servir a todos. Es fundamental que el hombre trabaje por su comunidad y por el bien de todos, para dejar esa herencia a todos los hijos que quieran seguir viviendo bajo el cielo de Escobar.

Cuestión de gustos

¿Hobbies actuales?: Sopas de letras y palabras cruzadas.

¿Equipo de fútbol?: El mejor de la Argentina: Racing.

¿Televisión?: Me gustan las buenas películas de suspenso. Soy muy detallista.

¿Qué publicaciones lee?: ClarínPerfil, aunque ahora dejé de comprarlo. También leo Historiando Escobar.

¿Libros favoritos?: Mi libro de cabecera es El hombre mediocre. Y, también de José Ingenieros, Las fuerzas morales.

¿Un lugar de Escobar preferido?: Ahora, mi casa.

La vida en cifras

2 libros publicados: “Poemas para la novia eterna” (1972) y “Homenaje a la vida” (2000).

4 hijos: Malena (vive en Brasil), Carlos, César y Leandro.

100 proyectos presentados como concejal.

300 cuadros pintados.

1.000.000 de fotografías tomadas.

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