Abogado y docente, fue distinguido como “Vecino Ilustre” por la Casa de la Cultura de la localidad, a la que llegó en 1972. “Lloré como una magdalena”, confiesa, aún emocionado.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Así estaba Juan Rastalsky (77) en la soleada tarde del sábado 10, cuando al escuchar las palabras de cierre de la XIX Semana de Maschwitz se dio cuenta que el currículum que estaban leyendo era el suyo. Mucho más, cuando minutos después de esa presentación tuvo que subir al escenario montado en el Paseo Papa Francisco para recibir una distinción de manos del Intendente. Y ni hablar a las dos semanas, cuando atendió en su casa a DIA 32 y todavía seguía emocionado por haberse convertido en el nuevo “Vecino Ilustre” de la localidad.

“Lloré como una magdalena, cosa que no suelo hacer muy frecuentemente. No entendía porqué me habían nombrado, ya que considero que todas las cosas que hice en mi vida eran normales. Fue totalmente sorpresivo, jamás se me pasó por la cabeza que me podían distinguir”, expresa el abogado y profesor sobre las sensaciones experimentadas en aquella inolvidable jornada organizada por la Casa de la Cultura local, en la que estuvo acompañado por sus tres hijos mayores -faltó el menor- y a la que fue llevado por su mujer con la excusa de escuchar a la aplaudida banda de abuelos Papelnonos.

Hijo de alemanes -Heriberto Rastalsky y Ángela Seemann- que llegaron a la Argentina en 1929, Juan nació en Capital Federal y creció con su familia en Martínez. Más tarde se mudó a Beccar y luego de vivir algunos años en Recoleta, en 1972 decidió cambiar de aire y comprarse un terreno en Ingeniero Maschwitz, lugar al que llegó por culpa de una “tallarinada” entre amigos, pero del que se había enamorado mucho tiempo antes.

“Mi madre tenía un campo en Santa Fe y tres, cuatro veces por año íbamos en el tren que salía de Retiro y pasaba por acá. Yo me sentaba al lado de la ventana o me paraba en el balcón del vagón para contemplar la arboleda de eucaliptus lindante a las vías. Era una cosa hermosa y fuera de lo común”, recuerda.

Tras instalarse definitivamente en 1974, su innata vocación de servicio y sociabilidad lo llevaron a forjar una estrecha relación con el pueblo: fue socio fundador y es el actual presidente del Rotary Club; uno de los principales impulsores de la primera escuela secundaria de Maschwitz: el Colegio Nacional, hoy Media N°4; y colaboró en las distintas acciones realizadas para erigir el salón parroquial contiguo a la iglesia San Antonio de Padua.

“Nunca hice nada para obtener una compensación o algo por el estilo. Lo que hice lo hice porque me nació así. Y el día de la distinción me di cuenta de que algo de todo eso quedó”, confiesa este hombre alto, robusto y de cabellos blancos, reconocido por combinar la seriedad, como buen taurino, y su sensibilidad a la hora de trabajar.

Actualmente, lejos de parar la pelota luego de jubilarse en 2014, sigue aportando su granito de arena como profesor del plan COA (Centros de Orientación y Apoyo) en la Escuela N°16 del barrio Lambertuchi. Y también en la cooperadora del Instituto Secundario General Belgrano de Escobar, donde dictó clases durante 27 años y dejó una huella imborrable en sus alumnos de Derecho, Instrucción Cívica, Filosofía y otras tantas materias.

Igual, está claro que la ciudad por la que fue declarado “Vecino Ilustre” es una de sus asignaturas preferidas. Y de eso también habló en esta entrevista. Como tantos otros maschwitzenses, Rastalsky siente nostalgia de aquel pueblo del que se enamoró de chico.

¿Cómo ve al “nuevo” Maschwitz? ¿Le gusta?

No tanto. En las horas pico no se puede entrar ni salir de Maschwitz… Han hecho un rond-point en la ruta 26, pero no han corrido ni las subidas ni las bajadas de la Panamericana, entonces el taponamiento que se produce es fenomenal. Yo no sé quién armó la idea del polo gastronómico de la calle Mendoza, pero para los que vivimos acá es un pelotazo en contra, porque no se puede circular. Hay calles alternativas, el problema es que ninguna está transitable. Yo invitaría a los funcionarios a que vayan al barrio San Miguel y vean cómo vive la gente, da lástima. Creo que hemos tenido intendentes buenos e intendentes menos buenos, por decirlo de forma amable. Pero muy pocos han tenido un proyecto de partido.

Si tuviera la posibilidad de hablar con el Intendente, ¿qué le pediría?

Fundamentalmente, obras de infraestructura que permitan vivir mejor y generen mano de obra. Las localidades están creciendo y dentro de cinco años va a ser un infierno poder salir de Escobar. A ver: yo no creo que sea tan difícil hacer pasos a nivel soterrados y hasta el día de hoy no se hizo ninguno. Además, hay que ordenar el tránsito y empezar a enseñar seguridad vial e higiene urbana en las escuelas. Básicamente, lo que me gustaría es que paren con el marketing político y se sienten a planificar de qué manera Escobar puede empezar a florecer, como quiere Sujarchuk.

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