A once años de haber saltado a la fama desde un reality show, la transexual escobarense recuerda los años más difíciles de su vida, su etapa de glamour y cuenta su militancia por la sanción de una ley de Identidad de Género.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Los caminos de la vida fueron llevando a María Celeste Montanari por distintos destinos. Ella asegura que a muchos los planifico rigurosamente. Como cuando en el año 2000 entró a convivir en El Bar, una experiencia única de tres meses que la catapultó a una fama temporal pero aún recordada por ser la primera transexual del mundo en participar de un reality show.

“Yo planifique lo que soy”, afirma con voz sostenida mientras va repasando con DIA 32 su vida y su trayectoria, desde aquellos inicios adolescentes escribiendo notas de deportes para un semanario local –El Mensajero– hasta su reciente suplencia en la conducción del programa televisivo de chimentos de Viviana Canosa.

Alejada desde hace rato de la farándula, hoy Celeste tiene 32 años y una escuela de patinaje sobre hielo que, además de dinero, le da la satisfacción de sentirse querida por esas pequeñas alumnas de las que se apasiona hablando. El tiempo que le deja libre este emprendimiento se lo divide entre su futuro esposo, alguna visita a sus familiares en Escobar -está viviendo en Capital-, su afición por la lectura y una autobiografía que empezó a escribir. Pero en su agenda también hay algo que representa un giro esta vez imprevisto en su vida, al punto que le suena extraño admitirlo: ser militante.

La causa de su militancia -vía propagandas, charlas y entrevistas- es la sanción de una Ley Nacional de Identidad de Género, para que las personas transexuales “puedan obtener su DNI y así ser reconocidas por el Estado”, explica en una charla de sábado a la tarde que va saltando de tema en tema.

¿Qué te impulsó, siendo veinteañera, a querer exponer tu vida en un reality show? ¿Fama, dinero o alguna otra cosa?

El verdadero motivo era ver la aceptación de la gente. Yo mi transexualidad la encaré con mucha naturalidad, pero no es algo fácil. En esa época era muy difícil pensar qué era lo que iba a poder hacer en el país. Estaba pensando en irme a vivir a Estados Unidos. No podía frenar lo que toda mi vida sentí que era y ya era hora de asumirlo y mostrarlo. Tenía que saber si realmente la gente me podía querer en algún punto. También quería ver si podía ser un puente a algo, pero no fui buscando fama.

¿Y encontraste lo que buscabas?

Cuando salí de ahí no sabía qué iba a ser de mi vida. Era una locura, estaba re bueno. Firmar los autógrafos con mi nombre o que alguien me saludara en la calle llamándome Celeste eran caricias para el alma, cosas que reafirmaban mi identidad. La gente pudo ver que una persona transexual puede dormir, levantarse, comer, llorar… que no está todo el tiempo pensando en sexo. Pero nunca más me metería en un reality, excepto que negocie un buen contrato.

¿Con 4 Cabezas lo tuviste?

Yo tenía y tengo re claro que en los medios nadie entra si no es un producto. Y en ese momento yo era la primera persona trans del mundo en meterse en un reality. Por eso me fue muy bien, porque sabía qué querían consumir los productores. Yo transaba hasta dónde podía y lo que no me parecía me lo pagaban con dinero, como debe ser, porque era mi imagen. Mi intimidad valía. Y así pasé de vivir en Escobar a un hotel cinco estrellas en Capital. Era como la película Mujer Bonita, un flash.

¿Y cómo era vivir en el mundo de la farándula?

Un infierno, porque es un ambiente muy competitivo. No podés dormir porque te hacen cartera. Nunca tenés nada seguro. Tenés que tener un kiosco en otro lado, porque nunca vas a saber cuánto valés. La gente que se consagra se consagra porque logró mantener su personaje, más allá de la eficiencia de lo que pudieron hacer.


Trabajaste varios años con Carmen Barbieri y con Marcela Tinayre, ¿qué concepto tenés de ellas?

Son mujeres con las que me relacioné mucho, las dos son muy buenas personas, gente en la cual uno puede buscar una palabra si está perdido. Pero hoy mi presente es muy diferente, estoy muy alejada de ellas.

¿Extrañas las luces, los flashes, la popularidad?

No, no la extraño. Camino más tranquila por la calle. En un punto las miradas en la calle ya me incomodaban. La gente es la que te ayuda y te convierte en lo que sos, pero había momentos en los que me sentía retraída y terminaba no saliendo.

¿Cuándo diste por terminada tu carrera en los medios?

Cuando terminé Las Cortesanas me quedé sin laburo y vi que mi futuro en la televisión era muy inestable. Siempre me llamaban por ser Celeste Montanari, no por ser periodista. Por eso cuando me ofrecieron hacer teatro acepté (protagonizó la mítica obra La Lección de Anatomía). Después, en 2007, trabajé como suplente en Patinando por un Sueño y ahí resolví invertir en poner unas escuelas deportivas. Igual sigo apareciendo, pero mi carrera terminó en ese punto. Y nació mi vocación por defender mis propios derechos y los derechos de todos.

¿Cómo llegás a involucrarte tan de lleno en la campaña por la Ley de Identidad de Género?

Este año empecé a trabajar con la Federación Argentina de Gays, Lesbianas, Travestis y Transexuales, porque desde el Estado hay una deuda pendiente con el colectivo trans, que es el reconocimiento a la identidad. Esa ley favorecería mucho a la integridad psíquica de las personas.

¿Notás que haya voluntad del Estado en atender los reclamos de las minorías sexuales?

Sí, hoy las problemáticas de las minorías sexuales están más incluidas en la agenda del gobierno. Veo que hay voluntad política. De la Presidenta ni hablar, pero también de otros partidos políticos. Cuando estuvimos en el Congreso presentando el proyecto vimos un apoyo muy parejo de todos los bloques de diputados. Ese día no lo podía creer: tener gente que maneja el país escuchándome a mí, que vengo de Escobar, de una calle de tierra por el barrio San Luis… ¿¡Cómo hice para estar acá!?, me preguntaba.

¿Cómo resumirías el espíritu del proyecto de ley?

Lo que persigue es que definitivamente se allane el camino hacia una Constitución Argentina menos discriminatoria, más igualitaria. Que las personas trans puedan obtener su DNI y así ser reconocidas por el Estado. Y a través de ser reconocidas por su propia identidad, la que vos elegís, la que te define, y no la que tenés entre tus piernas, una va a poder acceder a otros derechos, tan básicos como el trabajo, la salud, la educación. Además, la discriminación disminuiría muchísimo.

Muchas veces, la mayoría tal vez, la discriminación es originada en la ignorancia. En este caso, ¿cuál es tu definición de una persona transexual?

Trans son las personas a las que su mente y su sentir le dictan características contrarias al sexo que tiene en sus genitales. Algunas personas están genéticamente mucho más relacionadas con un sexo que con el otro. Tiene que ver con la concordancia entre el sexo genital y el sexo mental. La mente también tiene un sexo.

¿Qué diferencia hay que reconocer entre un transexual y un travesti?

El término travesti solamente se utiliza en la Argentina y está acuñado desde la discriminación. Es como decir enano. Es un término que en el colectivo social está relacionado de un modo negativo, a la prostitución, a lo vulgar, a la exacerbación de las características femeninas. No es algo que defina a una persona, en todo caso la señala. Por eso se está tratando de que se use el término trans, que es más denominativo, más concreto y no es ofensivo. Uno puede ser una trans mujer o un trans varón. Alejandro (Iglesias), de Gran Hermano, es un trans varón. Y yo, una trans mujer.

La gente, erróneamente, también cree que ser transexual implica operarse. No es así. Operarse o no es algo muy privado de las personas, porque es ajustar el sexo genital con el sexo psíquico.

Aceptás que para mucha gente resulte difícil, incluso imposible de entender…

Ser mujer y ser varón son construcciones sociales, culturales. La identidad se construye, acá y en la China, de diferentes maneras. Se va tomando de sensaciones, creencias, mandatos familiares, elecciones y gustos muy personales. Entonces la identidad tiene que englobar no solo lo que la persona siente sino también a su sexo. A mí no me pueden apuntar y decirme que soy un travesti. No lo soy, porque ni siquiera soy un hombre. Mis estudios cromosomáticos, que los mandamos a hacer a Estados Unidos cuando tenía 14 años, dieron que el 80 por ciento de mis hormonas son femeninas. Un genital no puede definir el todo de una persona.

¿Te imaginás luchando por alguna otra causa, una vez que pase la campaña por esta ley?

Siempre hay que ir por algo más, por supuesto. Después haría falta la Ley de Atención Sanitaria. En mi caso, entrar a la televisión me salvó de muchas cosas, pero la mayoría de las personas trans tienen un promedio de vida de 36 años por todo lo que te produce estar fuera de un sistema. Los médicos no tienen permiso para hacerte tratamientos hormonales, entonces te los terminás haciendo de manera ilegal y eso también te lleva a la muerte.

Me gustaría terminar de ver adónde estoy yendo con esto. No quiero dejar de explorar la posibilidad de hacer algo. Mi parte mediática la relajé porque quise y puedo volver si me llaman, pero es como que ese capítulo se cerró. Pienso en tantos chicos que tienen 13 ó 14 años y están saliendo del secundario que necesitan tanta información para no sentirse mal, para no encerrarse o caer en depresiones u optar por las drogas. Lo que hay que hacer es abrir puertas con información.

¿Te sentís a gusto en este nuevo rol de militante?

Es medio raro, pero sí. Creo que llegó el momento en el que ya estoy preparada para encarar algo a nivel social. Es algo que me gusta hacer, representar a los que no tienen voz. Tengo muy en claro que mi lucha no termina con mi DNI en el cajón de mi cuarto. Cuando lo tenga seré un poquito más feliz y seguramente me case. Pero esto no es solamente por mí, es por todos. Pero no por todos los trans, es por todos. Los hijos salimos de parejas heterosexuales. Uno nunca sabe…

La elección del género

Hasta terminar la escuela secundaria Celeste debió soportar la lucha interna de vivir la vida de un varón. Hasta entonces, su anatomía era la que imponía el género. Pero mucho antes de mostrarse al mundo con su nueva y definitiva identidad, con el nombre que sus padres habían pensado si nacía mujer, ella sabía lo que era y lo que quería ser.

“En mi casa siempre se supo que yo tenía un problema genético, un desorden cromosomático que se llama síndrome XXY. Había que esperar a la época del desarrollo, a los 13 años, cuando me salieron las mamas. Ahí empezamos a ver que había algo mal. Desde siempre me sentí una chica, pasa que no lo manifestaba tan abiertamente. En mi casa sí, pero no era muy feliz. Cuando estaba sola me preguntaba cuándo iba a florecer, si yo sabía lo que quería ser”.

“Siempre fui muy pensante y me callé durante muchos años para no hacer doler a alguien. Sé cómo manejarme, yo planifiqué lo que soy hoy. Todo lo hice cuando sentí que tenía que hacerlo. Pero si tuviese que volver a vivir, viviría otra historia”.

Ella y Flor de la V

¿Tenés relación con Florencia Trinidad?

Estuvimos peleadas durante mucho tiempo, por celos, competencia. Ahora ya no, porque yo hice las paces con ella por Twitter el día que se casó. Tuvimos discusiones feas por diferencias, pendejadas. Somos dos personas con perfiles y carreras muy diferentes, pero somos muy laburadoras, nos cuesta lo que tenemos y trabajamos mucho para tenerlo.

¿La considerás una referente?

Creo que desde que le dieron su DNI cambió, cambió su discurso y se mostró más preocupada por las problemáticas sociales, especialmente la problemática trans. Dejó de lado el reírse de sí misma todo el tiempo, alimentando el cliché negativo de ser travesti. Si uno se ríe y festeja todo el tiempo el estigma que uno puede llegar a tener, lo que está haciendo es engordar un caldo para que futuras generaciones se sigan riendo de ese chiste, que en definitiva no es un chiste. El humor tiene dos consecuencias directas, o una carcajada o una lágrima. Y quizás Flor se avivó de eso.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *