Con un producto lleno de color, alegría y frescura, Luciana Migueles apuesta a la innovación en el mundo del calzado. “Pensaba que era un oficio de hombre. Después comprobé que es maña y creatividad”, asegura.

Cómodas, irreverentes y livianas, las alpargatas son un símbolo cultural: en Argentina se convirtieron en una prenda infaltable para los trabajadores rurales, inseparables de la bombacha de gaucho y grandes aliadas de las jornadas veraniegas.

Renovadas y escobarenses, las “Luchynas” son alpargatas con un espíritu alegre, enérgico y libre. Luciana Migueles (47) es su creadora y desde el comienzo de este emprendimiento busca generar un producto con personalidad.

Comenta que incursionó en el oficio de zapatera porque precisaba generar su propio trabajo. “Ya había pasado los 40 años y quería otra alternativa. En medio de este proceso falleció mi hermano. Entonces transformé mi dolor en lo que se ve en mis calzados, aunque no tienen nada que ver con la tristeza, ya que son puro color, vida y alegría”, le cuenta a DIA 32.

Su proyecto nació en el marco de las reuniones de emprendedores que se realizan en el teatro Seminari, organizadas por la Dirección de Economía Social del Municipio. “Luchynas” viene de “Lu”, por su nombre, y “Chi” de “Chichilo”, como le decían a su hermano.

Hasta 1998 había ejercido como radióloga, después la vida y la curiosidad la llevaron a estudiar y capacitarse en múltiples disciplinas. “Lo que me fortaleció y me dio alas en este camino fue la compañía de la gente, muchas mujeres que se identificaron. Ser inspiradora es un compromiso y te ayudar a seguir”, confiesa.

Si bien nació en Escobar, el oficio de ferroviario de su padre hizo que viviera en distintas provincias: Santiago del Estero, Santa Fe y Chaco. De aquellos tiempos supone que vendrá su amor por las alpargatas.

Luciana Mugueles mostrando sus alpargatas Luchynas

Cuando cumplió los 15 años ya había regresado a Maschwitz. Hoy vive en Maquinista Savio y aprovecha la oferta de capacitaciones: “Antes iba para otro lado, no había opciones acá. Cuando comencé a estar en las ferias, mis vecinos se empezaron a enterar de lo que hacía y pude afianzar mi marca”.

Antes de iniciarse en el mundo del calzado, probó suerte en la gastronomía y la bijouterie, pero quería algo diferente. “Toda la vida me gustaron los zapatos, aunque pensaba que era un oficio de hombre. Después comprobé que es maña y creatividad. Somos muchas las que estamos incursionando en el calzado”, apunta.

Gradualmente adquirió lo necesario para armar su taller: “Hace poco compré una máquina. Mis compañeros emprendedores, siempre alentando, lo celebraron tanto como yo. Por eso presto materiales, porque eso hicieron conmigo”, señala, con gratitud.

Observadora y detallista, comenta que suele mirar a las personas por la calle en busca de una “Luchyna”: “Una mujer alegre, que se sienta con la libertad de usar lo que quiere, que no se contracture con la moda. También voy a ese hombre desprejuiciado, que no está pendiente de los colores, combinaciones y texturas. Además, mi desafío es reciclar: tomo telas en desuso y las transformo. Por eso las Luchynas son todas distintas”, destaca.

Antes de terminar, cuenta que su participación en la Feria de Emprendedores de la 56º Fiesta Nacional de la Flor fue una experiencia enriquecedora. “Cuando la gente te felicita por el producto, es importante absorber la admiración, tomarla como un anclaje, entender que vas por buen camino o saber qué cambiar. Ese es mi verdadero campo de batalla y donde puedo volar”, concluye, con un espíritu emprendedor que entusiasma.

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