De chico, la poliomelitis lo condenó a una silla de ruedas, pero él venció todos los obstáculos. Alejado de las competencias, ahora tiene la mente puesta en los jóvenes que entrena en el CENARD. Anécdotas, experiencias y opiniones de un atleta de la vida.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Pintada por fuera con un verde que la hace distinta a todas, su casa de la calle Don Matías tiene las puertas abiertas de par en par, literalmente. “Pasá, pasá”, indica al asomarse tras escuchar el timbre. Corto el patio, al entrar al living impresionan la cantidad de copas, trofeos, medallas y otras distinciones -premios Konex, Olimpia, Clarín, la ciudadanía ilustre de Escobar, etcétera- que atesora en sus muebles. “Siempre los recibí como una satisfacción muy íntima, sentirte reconfortado de saber que vas por el buen camino. Pero todo eso se hace chiquitito y se convierte en respeto, ese es el mayor logro”, acentúa en su explicación con la mirada en las vitrinas.

Pese a su exitosa trayectoria deportiva y con más de trescientas carreras sobre sus espaldas, Carlos Alberto Rodríguez decidió dejar las competencias, hace ya cuatro años. “Lo definí a doscientos metros de terminar una carrera en San Pablo. Al ser funcionario público tenía la cabeza totalmente puesta en otras responsabilidades, me faltaba tiempo y ya no estaba donde iba. Cada vez corría menos carreras, no soportaba la tensión de ir a competir, no disfrutaba de encontrarme con los corredores, con la gente. ¡No saludaba ni al colectivero! Estaba muy loco, no me aguantaba ni yo”.

Arrinconado, a “Beto” no le quedó más opción que dar un paso al costado y abandonar las competencias que tanta adrenalina, cariño y popularidad le dieron. “Si sos un atleta profesional y te pagan por correr podés dedicarte, pero yo tenía muchas cosas en la cabeza. Ahora acepto algunas invitaciones, pero voy sin compromisos con nada”, aclara. Sin embargo, correr sigue siendo su gran pasión: como rutina, casi todas las mañanas se entrena yendo por la Colectora Este hasta Loma Verde, Los Cardales u Otamendi. “Hay semanas en las que me mato, hago doscientos kilómetros, como si fuera a competir, pero es para mí”.

Sus días de trabajo transcurren en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), como técnico de atletas no convencionales, muchos de los cuales llegan desde el interior del país. “Disfruto mucho del laburo cuando estoy en la pista. Cada vez hay más pibes rankeados a nivel internacional, más viajes y más planificación. El año que viene tenemos el Mundial de Nueva Zelanda y nuestro objetivo es clasificar 4 ó 5 chicos. Hasta septiembre hay tiempo para meter marcas”.

Uno de los treinta jóvenes a los que entrena ya cumplió el desafío de superar al maestro. Se llama Alejandro Maldonado y logró bajar en seis minutos el récord sudamericano en maratón que “Beto” había conquistado en 2002 en Maranello, Italia, al hacer en 1 hora, 42 minutos y 31 segundos los 42 kilómetros sobre dos ruedas.

Paralelamente a su trabajo de técnico, en 2008 “Beto” aceptó un ofrecimiento del gobernador Daniel Scioli para hacerse cargo de la Dirección Provincial de Deportes Especiales, desde la que escaló a la Subsecretaría de Deportes Federados. Pero en noviembre del año pasado renunció. “Trabajar en La Plata me desgastó muchísimo, se me había acabado la energía. Con la gestión que vino después que (Carlos) Bilardo se fue con la Selección entró un equipo de gente de Marketing que vendía una mentira de la que yo no quería participar. Creo que como marca pude dejar las más de 200 escuelas de iniciación deportiva que formé en la provincia”, repasa.

¿Qué experiencia te dejó haber pasado con la función pública? ¿Pudiste adaptarte o te resultó un ámbito extraño?

Yo tomé la función pública con mucha responsabilidad. Sabía que iba a un lugar re jodido, porque en discapacidad nadie se mete y hay un montón de demandas. Quería hacer diez mil cosas, pero me frené en las escuelas de iniciación, que son lo básico. En ese sentido, como director de Deportes Especiales fue mucho más sencillo de lo que esperaba, porque me había puesto como objetivo terminar con 100 municipios en los primeros cuatro años de gestión y en el primero hice 90 y pico. Siempre me preocupé por los municipios, no por las internas políticas.

Ser “disca”

A esta altura de la conversación con DIA 32, el termo y el mate no se hicieron desear para incorporarse a la mesa. Mientras carga un verde, “Beto” se explaya sobre ciertos temas que lo indignan: “Hay aspectos vinculados a la discapacidad que se desvirtuaron muchísimo, porque hay muchos vivos. El 80% de los autos que tienen el símbolo de discapacidad en Escobar son de gente que no los necesita. A lo sumo tienen algún familiar con discapacidad al que quizás nunca suben al auto o a un chico con discapacidad intelectual, que no va a poder manejarlo”.

“Me molestan las cosas estructurales, como ver una 4×4 estacionada delante de una rampa para discapacitados o a las motos que pasan y las rompen. Pero eso ya es una cuestión de sentido común”, remarca. Y sigue la lista: “Hay muchas cosas básicas que no se concretan y dan impotencia. En Capital, una ciudad moderna, hablan del subterráneo pero en la mayoría de las estaciones no anda el ascensor. Y si llueve, tenés que andar remando. Yo conozco gente que desde el año 2003 está robando el sueldo en la Comisión Nacional de Discapacidad, que cobra ocho lucas y no ayuda a nadie. La función pública es favorecer a los demás, no a vos mismo. ¡Si el Estado ya te está favoreciendo con el cargo que te da!”, expone con inobjetable claridad.

No es fácil ser “disca”, como él denomina a las personas de su misma condición. Y unas de las barreras que más cuesta superar es la de los prejuicios, nocivos por definición pero hirientes cuando se tornan tangibles en sus destinatarios. Sobre la silla de ruedas, “Beto” tiene una colección de experiencias dolorosas que recuerda jocosamente. “El otro día un señor, que evidentemente no me conoce, me paró cerca de la estación y me dijo: ‘¡Vi que te viniste desde el hospital! Tomá’. Y me dio 20 centavos”.

Tras las risas, retoma con otro episodio del mismo tono. “Antes de venir a vivir acá fui a ver una casa que se alquilaba en la calle Pasteur. Cuando el dueño me vio se acercó con un pan y 50 centavos. Yo le dije que había ido por el anuncio y le mostré el diario. ‘¿Y con qué me vas a pagar?, pobrecito…’, me dijo. ¿¡Y qué le voy a explicar!? Es la cultura de la gente, que está acostumbrada a ver a un disca como un infeliz. Yo tomo estas situaciones como anécdotas. ¿Qué le voy a hacer?”.

Como contrapartida, imagino que también habrás recibido de la gente algún elogio que te haya marcado o conmovido…

En realidad, me re incomodan los elogios, me dan vergüenza, pero la gente ha sido impresionante conmigo. Me acuerdo de un día nublado, con frío y lluvia, que yo iba para el lado de Campana y un tipo me dijo que viéndome correr le había dado fuerzas para no suicidarse. Es muy bueno saber que uno puede ayudar desde la imagen que da y que alguien que está mal te rescate esas cosas. Me fortaleció mucho.

Pese a las anécdotas que comentabas, ¿notás que haya habido avances en la conciencia social sobre la discapacidad?

Sí, la sociedad cambió mucho su cabeza. En esto es importantísimo el deporte, que sacó tabúes y es la mejor herramienta para la integración. Pero falta todo lo estructural, que es lo más difícil. En las escuelas primarias, así como se cansan de meterles ideología a los chicos, tendrían que enseñarles sobre la discapacidad, para que razonen y hagan trabajos prácticos. Ese es un cambio radical que hay que hacer en la educación.

¿Cuándo superaste psicológicamente el estigma de moverte sobre una silla de ruedas?

Lo sufrí en la adolescencia, pero después lo superé. El tipo que anda en silla de ruedas tiene encima la mirada de todo el mundo, es un bicho raro en todas partes. Eso repercute en la persona, incomoda aunque trate de disimularlo. Por eso desarrolla otra capacidad de sufrimiento. Si no aceptás la realidad, no podés construir nada de lo que pensás hacer.

¿Tu condición te frustró algún proyecto?

No, si dijera eso sería un ingrato. Cuando miro hacia atrás veo que el camino que recorrí es impresionante.

Ojos críticos

En términos de calidad de vida, ¿cómo ves la evolución de Escobar?

Lo veo menos lindo. Escobar no estaba preparado para tanta gente, ¡se tarda más en llegar a la Panamericana que en ir de Panamericana a Capital! Encima, los servicios de transporte a la Capital son un desastre. Culturalmente ha tenido un retroceso, se está perdiendo la educación y el buen trato de las personas. No hay un fin de semana a la mañana donde las calles no estén llenas de borrachos y no se sientan tiros, gritos, ruidos, vidrios rotos… es una anarquía. Escobar tiene una vida de día y otra de noche.

Retrocediendo a 1999, ¿te quedó la espina clavada de aquella interna peronista en la que se te truncó la chance de ser concejal?

No, porque pienso que era una ilusión, no hubiera soportado estar adentro. En política hay que tener capacidad de negociar, está el mal necesario, el que sale a romper, y en esa época no lo hubiera aceptado. Hoy sí, porque entendí muchas cosas. En mis charlas siempre digo que aprendí más perdiendo que ganando, y no solo en el deporte.

¿Cómo ves la situación política local de Escobar en los últimos dos años?

Me parece positivo que haya unidad y un montón de políticos de trayectoria, como Guzmán, Landau y Carranza, que estén definiendo el futuro de Escobar. Viene bien que no nos cerremos con una persona. Sandro es un tipo que tiene un buen perfil para levantar a Escobar, no viene de la clase media ni es un tipo individualista. Creo que tiene la oportunidad de crecer y de renovar como intendente, pero tiene que sacarse de encima a mucha gente insegura que hoy está rodeándolo. Le falta madurar sobre eso, porque siendo intendente tiene que escuchar a todos. Sé que escucha algo, pero se termina quedando con una o dos campanas y en un alto porcentaje de áreas le está faltando gente que tenga conocimiento y sepa cómo hacer las cosas.

¿Seguís siendo particularmente crítico de las gestiones municipales en Deportes?

A mí me duele ver el polideportivo de Escobar cerrado los fines de semana. En política hay que tener creatividad, no se puede laburar de 7 a 14. Hay que hacer programas, estar en todos lados, tener apertura, promocionar y vender lo que se hace. Hay que atrapar a la gente. Te doy un ejemplo: en la bajada de Colectora Este a las oficinas de Pérez Companc la gente que sale a correr está cansada de que le roben. Han dejando a varias personas desnudas, le han robado a mi mujer e incluso yo vi cómo le robaban a un hombre. ¿Por qué no hacen un buen corredor, si no cuesta nada limpiar con los tractores y poner luces? Hace falta creatividad y contener a la gente. Eso es gestión: mostrar que el Estado está en todos lados, no en un solo lugar.

A favor y en contra

Ley de Medios: “Me parece bien que no haya monopolios que te quieran hacer la cabeza constantemente y que la gente tenga libertad para pensar y decidir”.

Despenalización del aborto: “Es una hipocresía que la víctima de un abuso traiga una persona al mundo. Para ese tipo de casos estoy de acuerdo en que se legalice. Ahora, para la joda, no; para casos serios”.

Matrimonio gay: “En eso soy muy radical. Que hagan su vida en la intimidad, pero no se puede perder la familia natural”.

Legalización de la marihuana: “Ni soñando. La droga en las clases más vulnerables mata a la gente”

De Los Simpsons a Matheu

El cuestionario de gustos arranca por sus preferencias en televisión y las respuestas son múltiples, porque “Beto” no solo ve lo que le gusta sino lo que las mujeres de su familia quieren mirar. Pero hay algo que rompe el rating hogareño: “Con Alfonsinita nos matamos de risa viendo Los Simpsons. Me encantan cada vez más y me identifican en un montón de cosas. Son lo más lindo que inventó la televisión, lejísimos”, afirma con convicción.

¿Qué ponés en la radio? “Ya no la escucho tanto, pero a la mañana pongo a ‘Beto’ Casella, para reírme un rato. También me gusta Víctor Hugo. Y extraño a Apo”.

¿Qué gustos te das? “Nada raro, tomar mate en casa, un asadito o una pizza, compartir cosas con la familia y amigos… Y escuchar música. Sin la música no se puede vivir. Tengo un MP3 al que ya le cargué como doscientos temas: metí León, Roque Narvaja, Sui Géneris, Víctor Heredia, Los Redonditos, Bersuit, Tipitos, La Mancha de Rolando y otras bandas”.

¿Hay algún lugar de Escobar que te guste particularmente? “Extraño mucho Matheu, me gustaba mucho vivir ahí, la tranquilidad, escuchar a los pájaros, ir a la panadería y encontrarte con todo el mundo. También me gusta la ribera del Luján. Y me gustaba la plaza de Escobar, pero ahora no, cambió para mal. Ah, y cuando puedo, tomar un café en el bar del ‘Gallego’ Manolo, en la terminal. Digamos que me gusta la vida pueblerina”.

El recorrido de “Beto”

Hijo de padres separados y anteúltimo de siete hermanos, Carlos Alberto Rodríguez nació el 1º de febrero de 1962, en San Fernando. En 1994 se mudó a Matheu y desde fines de 2002 vive en Belén de Escobar, junto a su esposa Alfonsina y sus dos hijas adolescentes.

De chiquito, la poliomelitis lo discapacitó de sus piernas. Pero él logró hacerle frente y torcerle el brazo a la desgracia. Se inició en el mundo del deporte jugando al básquet sobre silla de ruedas, entre los años 1980 y ’87. Como atleta viajó a Estados Unidos, Japón, Italia y varios países de América Latina. Tuvo muchísimos podios, aunque pocos se recuerdan como sus nueve victorias en la tradicional maratón de San Silvestre, en Brasil, y la vez que ganó otra carrera de 42 kilómetros en Italia.

En 1998 recorrió cinco mil kilómetros en silla de ruedas durante 60 días, desde Ushuaia hasta La Quiaca, para dar charlas en escuelas y otras instituciones, en una travesía a la que llamó “Enseñando el camino”.

Desde 2003 trabaja como técnico nacional de atletismo en la Federación Argentina de Deportes sobre Silla de Ruedas (FADESIR), es empleado de la Secretaría de Deportes de la Nación, tuvo dos cargos en la Secretaría de Deportes bonaerense y coordinó los juegos nacionales “Evita” entre 2004 y 2008.

Recibió múltiples premiaciones: “Deportista Destacado de la Ciudad de Buenos Aires” (1996), “Condecoración del Ejército Argentino a la Trayectoria Deportiva” (1998), “Diario Clarín: Consagración al Coraje” (1999), “Mención Especial Premios Konex” (2000), “Mención Especial Premios Olimpia” (2002), “Ciudadano Ilustre de Escobar” (2006) y “Premio Bienal ALPI” (2007). Además, en 1998 fue tapa y personaje del año en revista Gente. Y en 2006 el matutino La Nación lo destacó entre los diez argentinos más famosos del año.

En 2008, la antorcha olímpica pasó por sus manos durante su estadía en el país. Y ese mismo año, como entrenador, asistió a los Juegos Paraolímpicos de Beijing (China).

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