La Asociación de Profesionales denuncia que la situación en el hospitál “es gravísima” y que la guardia corre peligro de cierre. Pero su director niega que haya una crisis terminal y asegura que “todos los problemas estarán solucionados pronto”.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Una mujer se queja enfurecida en la puerta de la Dirección del hospital. Exclama que está “hace horas” con su hijo y no los atienden. Quiere hablar “con el responsable”. Además, le dice a la secretaria que los fines de semana “la atención es un desastre” y que el sábado anterior los médicos de guardia “fumaban en la vereda mientras un paciente esperaba con un tajo en la cabeza”. La escena, para quien entra por primera vez al Erill, presagia el peor panorama.

Apenas unos días atrás -para más-, la Asociación de Profesionales realizó una protesta en las puertas del nosocomio donde denunció que “la situación es gravísima” y que la guardia corre “serio riesgo de cerrarse” porque los sueldos son tan bajos que los médicos prefieren trabajar en otro lado. También advirtieron sobre la inexistencia de salidas de emergencia, la falta de agua caliente y el “constante incendio de los tableros de electricidad”. Además, plantearon que “el mal estado de las ambulancias” genera problemas a la hora de realizar traslados.

Pero la realidad, por lo general, suele tener dos caras. Y la que exponen desde el sindicato de facultativos, alineado a la provincial CICOP, dista bastante de la que ofrece el oncólogo Carlos Ramos, quien desde 2008 es el director del hospital, donde tiene a su cargo 400 trabajadores. El conocido galeno, varios años secretario de Salud del Municipio, confiesa a DIA 32 que está “muy contento” de poder dar su versión. “Es que uno escucha las cosas que se dicen y duele”, explica.

En primer lugar, admite que hay situaciones que no son las ideales, pero aclara que tampoco son nuevas: “Es verdad que no tenemos salida de emergencia. El hospital se inauguró en 1984 y nunca la tuvo. Pero no miramos para otro lado, se han hecho estudios que son de muy difícil realización, porque los pacientes tienen que poder salir en camas. Estamos tratando de ver cómo en algún momento se puede hacer”.

Como ejemplo de su vínculo y compromiso con la institución, Ramos recuerda que el Erill se abrió un martes y que él hizo la primera guardia. Cuenta que era un nosocomio de muy baja complejidad, “muy lindo, parecía una clínica privada, pero era otra época”. Hoy no da abasto con la cantidad de gente que atiende y con la aparatología que se utiliza. El hospital quedó chico, no solamente en cuanto a su superficie cubierta sino también en cuanto a la potencia eléctrica, ya que “todo se enchufa”.

En relación a este tema, el funcionario se queja de los cortes de luz que a cada rato se están dando en Escobar y que afectan tanto a los vecinos como al hospital. “Si a eso le agregamos que el cableado es antiguo y que está sobrecargado, suelen generarse cuestiones engorrosas. En contrapartida, hace dos años contamos con un generador eléctrico automático de última generación que nos permite usar energía cuando se corta la luz. Eso no se cuenta cuando se habla de la crisis que vive el hospital, así como tampoco se dice que hay ingenieros haciendo un relevamiento sobre la acometida de la electricidad. El Ministerio (de Salud bonaerense) está comprometido a renovar este año todo el tendido y el tablero eléctrico, porque va a acompañar la obra que hará la Fundación Pérez Companc dentro de la cual se va a poner en marcha un tomógrafo que ya está comprado”.

Además, según Ramos, el Ministerio prometió aumentar la dotación médica, se remodelará la farmacia, la administración, el sector de guardia -que contará con un nuevo shock room- y el de terapia intensiva, donde se ampliará la capacidad con cinco nuevas camas. “Estamos hablando de un proyecto inminente, por lo tanto no es tan crítica la situación que se está viviendo”.

Con respecto a la carencia de agua caliente, señala que se han hecho obras por piso, con termotanques en cada uno de ellos y que ya hay agua caliente en el primero y cuarto nivel, que se está trabajando en el tercero y que quedaría un último tramo en el segundo. “Había gente que estaba internada por semanas y no tenía la posibilidad de bañarse con agua caliente. Con todo esto se terminan gran parte de los problemas que ponen en crisis al hospital”, augura.

Pero los argumentos de Ramos no le quitan el escepticismo al bioquímico Alejandro Márquez, delegado de la CICOP en el Erill. “Lo que vendrá ya se verá, el tema es cómo está la situación hoy, porque es muy difícil retener a los médicos que quieren renunciar diciéndoles que el año que viene habrá un hospital nuevo. Lo que padecen los trabajadores es desastroso: duermen hacinados, no tienen un mínimo ventilador ni se pueden bañar cuando se ensucian en los partos, por ejemplo”, replica.

Un problema crónico

El principal problema que sufren los hospitales públicos es la dificultad para conseguir médicos que quieran cubrir guardias de 24 horas por $830 los días hábiles y $1.000 los fines de semana, mientras que en el sector privado se está pagando entre $1.500 y $2.000, respectivamente. “Legalmente no se pueden hacer más de 4 guardias por mes, por lo tanto, un médico estaría cobrando $3.300, lo cual es muy poco. Hoy están haciendo muchas más guardias que las que deberían para poder vivir. Por eso es muy difícil conseguirlos”, fundamenta Márquez.

Sin embargo, esta situación experimentó una sensible mejoría en 2011, cuando se modificaron las condiciones de trabajo, que antes eran de un gran porcentaje en negro disfrazado a través de puestos de becarios o de reemplazos crónicos. En ese sentido, Ramos apunta que “no hay más becarios y muchos médicos obtuvieron su nombramiento para pasar a formar parte de la planta activa. Lo que dicen los gremialistas con respecto a que se paga con recibos de sueldos de otros es verdad, porque no hay otra forma de pagar hasta que no entre en vigencia el artículo 48 de la ley provincial, que contempla que los médicos no nombrados que cubren guardias cobren de forma directa”.

En la actualidad, quienes hacen un reemplazo de guardia cobran a través del recibo de un médico nombrado, quien luego le paga a ese tercero teniendo que descontarle lo que a él le retiene el Impuesto a las Ganancias. “Entonces, un reemplazante termina cobrando $650”, señala Ramos. “Pero es algo sobre lo que están trabajando los gremios, los directores de hospitales y el Ministerio para darle una pronta solución. Por lo tanto, la guardia no corre riesgos de ser cerrada”, asegura.

La implicancia de ser zonal

El Erill va más allá de los límites del partido de Escobar. Viene gente de Pilar, Campana, Tigre, Benavidez y las islas. Pilar, Campana y Exaltación de la Cruz tienen hospitales municipales, que son de mucha menor complejidad y no están dentro de la red de 11 hospitales provinciales a la que sí pertenece el Erill. “Si, por ejemplo, alguien tiene que acceder a una neurocirugía, es más fácil desde un hospital provincial, por eso recibimos a una gran cantidad de gente, que se suma a la baja cantidad de pacientes que hoy conservan su obra social”, explica Ramos.

En cuanto a las derivaciones, niega que estén en peligro, ya que hay una ambulancia nueva y otra que se utiliza para trasladar pacientes de forma programada. Apunta que, de hecho, diariamente se realizan un promedio de tres derivaciones. Además, agrega que el Erill es “uno de los pocos hospitales públicos que cuenta con guardias activas de 24 horas en especialidades como tocoginecología, anestesista, obstetricia, neonatología, pediatría y bioquímica”.

“Hemos salido en tapas porque eventualmente no hemos tenido traumatólogos de guardia, cosa que es verdad, pero ¡andá a convencer a un traumatólogo para que venga por $830 cuando te falta el titular de la guardia! ¡No lo conseguís! Ahora, nosotros tenemos traumatólogos de guardia activa en la mayoría de las guardias y ningún centro privado lo tiene. Acá también hay diferentes carreras de capacitación, tenemos profesionales capaces de poder transmitir a sus alumnos lo que saben. Si un hospital funcionara tan mal no puede sostener todo esto”, expone Ramos.

Antes de despedirse, el director del Erill invita a DIA 32 a realizar una recorrida por el sanatorio. Abre todas las puertas y explica el funcionamiento de cada aparato, presenta a varios facultativos y sigue contestando preguntas. Los pasillos y los consultorios se ven limpios, todos los médicos atienden amablemente. En la maternidad, las madres están con sus bebés. En pediatría hay chiquitos internados y las paredes de los pasillos los alegran con cuadros de los personajes que les gustan.

El hijo de la mujer que una hora antes se quejaba en la puerta de la Dirección está sobre una camilla y un médico lo examina. Cuando ella reconoció a Ramos estuvo a punto de increparlo, pero se arrepintió y se quedó callada. Su hijo ya estaba siendo curado. Después de la recorrida, la sensación inicial de desasosiego parece haberse desvanecido. Al Erill, como a cualquier otro hospital público, le faltan muchas cosas. Pero la institución mantiene firmes signos vitales y su crisis, aunque crónica en ciertos aspectos, no es terminal ni se ve tan aguda.

Cifras oficiales

3.200 bebés nacen al año en la Maternidad del Erill.

500 personas se atienden por día en los distintos servicios.

160 personas pasan diariamente por la guardia. Los fines de semana llegan a ser 230 por día.

135 es el número de camas para internación.

60 cirugías programadas se realizan por mes y entre 35 y 40 de urgencia.

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