En Maschwitz es conocido por sus inicios como vendedor ambulante de “Ecopan”. Un clásico que se consolidó por sus productos abundantes, naturales y a bajo costo. De las calles al mostrador, con la receta del afecto y el contacto con la gente.
Comercios
Durante diez años fue cocinero y mozo del bar América, hasta que cerró. Fue padre a los 16, perdió a su mujer y rehízo su vida. Vendió café en la Feria Rivadavia y en 2019 abrió su propia panchería. “Esto me cambió la vida, estoy muy feliz”, afirma.
Se inició en el comercio en la década del ‘80 y sobrevivió a varias crisis, pero ninguna como esta. Por eso, decidió reconvertir el bar Del Polaco con un anexo de verdulería. Presente y pasado de un escobarense de toda la vida, emprendedor y sociable.
Sofía y Victoria Palermo Mattson son hermanas y viven en Maschwitz. En paralelo a sus actividades docentes, abrieron un taller donde pintan mates de algarrobo con motivos personalizados.
Con un producto lleno de color, alegría y frescura, Luciana Migueles apuesta a la innovación en el mundo del calzado. “Pensaba que era un oficio de hombre. Después comprobé que es maña y creatividad”, asegura.
Experta en gastronomía, la familia Ciuffardi abrió un restaurante con platos cuidadosamente elaborados. Un concepto diferente en el centro de la ciudad, donde calidad y buen precio se conjugan en un ambiente ideal.
Continuando con el legado de su padre, Ana María Prado forjó un proyecto propio. De merengue italiano, maicena o chocolate con nueces, sus alfajores son la tentación de muchos y el sustento de esta emprendedora.
El mejor dulce de leche artesanal del país es escobarense. Así lo determinó el jurado de la Feria Caminos y Sabores, que le otorgó la medalla de oro a La Camila, un emprendimiento surgido en El Cazador.
En el mítico local de la calle Rivadavia, Laps cumple dos décadas alimentando la sed de los adolescentes por tener remeras, mochilas, gorras y todo tipo de merchandising de sus bandas preferidas. Un negocio surgido de la casualidad.
Amante de las antigüedades y coleccionista obsesivo, Oscar Satriano lleva décadas en un rubro que conoce como pocos. “Para mí el tesoro no es encontrar un cofre lleno de oro sino una máquina de hace 100 años”, dice.
Sin pudores y con curiosidad, DIA 32 se metió en el primer sex shop de la ciudad, que abrió sus puertas en 2008 y, en silencio, se va haciendo de una clientela juguetona.