Con un Centro de Estudiantes activo y un Código de Convivencia que integra a toda la comunidad educativa, el colegio que dirige Daniel Santarcieri es uno de los mejores ejemplos del distrito. La clave: simbiosis con el barrio.

Daniel Santarcieri dice que la fórmula para que la ESB N° 16 se haya convertido en un modelo de escuela secundaria consiste en “haber incorporado la cultura del barrio”. Ese establecimiento, además, es uno de los primeros siete de gestión pública en habilitar las secciones del nuevo cuarto año en el distrito.

El currículum de Santarcieri es el de un profesional que arrancó en dependencias de la administración pública nacional y hace diez años decidió volcarse a la docencia como actividad central. Es licenciado en Sociología (UBA), y profesor de esa especialidad en los niveles medio, superior y especial. Trabajó varios años en los ministerios de Acción Social y de Interior de la Nación, y en la Dirección General de Juventud.

Desde 2007 dirige la secundaria de Villa Angélica, donde este lunes 8 se realizara el acto distrital del nuevo ciclo lectivo, y en la actualidad también está realizando una especialización en Investigación sobre Nuevas Infancias y Juventudes en la Universidad de La Plata, a la vez que se prepara para presentar una tesis doctoral sobre “La relación de la educación, la sociabilidad juvenil y la violencia en el marco escolar”.

Teniendo en cuenta que la escuela secundaria ejerce un doble rol, no solo de preparar para el futuro sino de insertar a esta nueva etapa, ¿cuál es la transformación más importante que enfrenta?

La sociedad tiene en la escuela un elemento importante para lograr el encuentro y la tolerancia, ya que la escuela cuenta con la peculiaridad de reunir a un marco generacional en un lugar común, aunque al finalizar ese pasaje se pierde la continuidad de esta convivencia. Hoy la escuela tiene por delante el desafío de preparar para la alfabetización que permite manejarse en la era digital. Y otro tema no menos importante que sobrepasa el desafío escolar es la exclusión social, que se viene dando desde los noventa: una gran masa de excluidos que no resulta necesaria ni útil, siquiera, para que siga reproduciéndose el propio sistema. Además, esta exclusión de los procesos productivos, sin intervención de la escuela, se va a profundizar en términos políticos, culturales y humanos.

Desde su posición como director, ¿qué elementos ve que demoran la implementación de la nueva secundaria?

En nuestro caso, hasta hoy no contamos con un nomenclador común, o sea, no podemos reubicar las secciones de 1º y 2º año en 4º, 5º y 6º año. Este recurso político solucionaría el problema y evitaría que los docentes, que ya están adaptados a nuestro trabajo escolar, deban concursar para reubicarse distritalmente.

¿A qué nivel de transformación docente aspira la ley 13.688?

Con la nueva ley los docentes tienen un conjunto de conocimientos a transmitir realmente muy importantes. El programa es bastante exigente en términos de los saberes que tienen que poseer y que se deben transmitir. Sobre todo, contar con una formación sólida para ejercer la autoridad pedagógica y saber observar y trabajar sobre las distintas diferencias sociales y culturales de cada chico.

¿Por qué cree que muchos docentes de otras escuelas y varios actores sociales destacan las virtudes de la ESB N° 16?

Sinceramente, nuestro objetivo fue y es conformar una escuela que sirva a su comunidad. Contamos con un Centro de Estudiantes y desde 2006 pusimos en marcha un Código de Convivencia, donde también participan los docentes, los padres, los auxiliares y las preceptoras; la otra tarea es la producción de reglas generales. Además, cada año los propios alumnos realizan un programa de radio en una FM local. No menos importante es la participación conjunta con las ONG, centros culturales y comedores del barrio. En pocas palabras, incorporamos la cultura del barrio.

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