El carpintero José Telch vivió un momento inolvidable al ser distinguido como “Vecino Ilustre” del Pueblo de las Artes por sus contribuciones al desarrollo de la localidad. “Jamás pensé que me iba a pasar algo así”, expresó, emocionado.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Siento una emoción terrible. No esperaba esto. Mi familia me insistía para venir y yo me decía, ‘¿qué pasará que insisten tanto?’ Es un día que jamás pensé que me iba a pasar”, decía José César Telch (79) en el anochecer del sábado 7, minutos después de recibir la distinción de “Vecino Ilustre” en el cierre de la 16º Semana de Ingeniero Maschwitz.

Un par de semanas después, inmerso en la calidez familiar y la sencillez de su vida cotidiana, “Pepe” le abrió las puertas de su hogar a DIA 32 para contar una historia de vida marcada a fuego por el amor a su profesión y a su pueblo.

Nacido en la localidad bonaerense de Colón en el seno de una familia de inmigrantes italianos que llevada por las ansias del progreso recorrería pueblos al mejor estilo nómade, José Telch recaló en Ingeniero Maschwitz en 1950. Por entonces era un adolescente que lejos estaba de poder imaginar el cariño y la empatía que varias décadas después sentiría por su nuevo y definitivo hogar.

“Estoy asombrado con lo que me está pasando, me siento como entre bambalinas. Nunca se me hubiese cruzado por la cabeza que me toque este honor. Es un orgullo y me emociona”, expresa en cuanto a las sensaciones experimentadas tras la reciente distinción que le otorgó la Casa de la Cultura de Maschwitz.

Su designación estuvo fundada en sólidos motivos, vinculados a su aporte a la comunidad a lo largo de tanto tiempo. En los ‘60 se sumó a la comisión de la Cooperadora de la Escuela Nº13 -la única de la localidad en aquel entonces-, donde regaló durante diez años muchos de sus fines de semana en pos de arreglar el predio y brindar un mejor servicio.

Tiempo después colaboró en el ya extinto Club Barrio Parque, en el cual como fanático del fútbol que es -hincha de River- jugó en su juventud. Y desde el año 1991 viene trabajando sin cesar y desde diferentes cargos en el Club de Abuelos de Maschwitz, del cual fue varias veces presidente. En la actualidad asesora a los jubilados y se encarga de realizarles los trámites en el PAMI.

“Siempre trabajé ad-honorem, nunca cobré un peso para trabajar por la cultura y el progreso de Maschwitz. Creo que fui un luchador para que Maschwitz creciera con los pocos recursos que siempre tuvimos”, repasa sobre su trayectoria en la localidad.

Su amor por la carpintería nació a los 16 años, cuando ingresó a su primer trabajo, una fábrica de escaleras. Dos años después se mudó a un importante taller de carpintería en San Andrés, en el que estuvo 26 años. Tras un paso fugaz por Cerámicas San Lorenzo -donde hoy está MONSA-, decidió independizarse y armar en el fondo de su casa un taller de carpintería.

“Trabajé muchísimo con ingenieros y buenos arquitectos y nunca tiré una sola tarjeta. Mi tarjeta de presentación era la honestidad que se comentaba entre ellos”, señala orgulloso Telch, quien ya jubilado define a la carpintería como un verdadero arte, porque “no es cortar madera y nada más”.

Conocido por todo Maschwitz, Telch siente como propia la ciudad que lo vio crecer y formar junto a su esposa, Gabriela, una familia de cuatro hijos; además de tener siete nietos y tres bisnietos. Pero su afecto por el terruño no le impide confesar el disconformismo que siente por los cambios que introdujo la modernización, “destruyendo edificios históricos y cambiando la originalidad del pueblo”.

“Estamos retrasados y mal. Los municipios no se ocupan, pero el vecino también debe ser conciente y colaborar con el pueblo. Se tiene que dar cuenta que el perjuicio que me hace a mí, también se lo está haciendo a él”, concluyó Telch, un vecino de buena madera.

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