Sin presupuesto para poner en condiciones sus 40 hectáreas, el proyecto anunciado con bombos y platillos en 2007 es todavía una grata promesa. Su director, el actor “Paco” Fernández de Rosa, explica que el tiempo se consumió en gestiones.

Por MARCOS B. FEDERMAN
mfederman@dia32.com.ar

En un majestuoso solar de 40 hectáreas que antiguamente perteneciera a don Benito Villanueva, el miércoles 26 de septiembre de 2007 se firmaba el convenio para la creación del primer Jardín Botánico de la provincia de Buenos Aires en Ingeniero Maschwitz. De ese acto participaron la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner, el entonces gobernador Felipe Solá -ambos plantaron el simbólico “primer árbol”-, el escritor Dalmiro Sanz y los animadores Juan Alberto Mateyco y Raúl Portal, entre otras caras conocidas del ambiente artístico. Cuatro años después, no puede decirse que los resultados de aquel anuncio estén a la vista, aunque el director del proyecto asegura que las raíces están firmes y que solo es cuestión de esperar un poco más para que la comunidad pueda advertir y disfrutar sus frutos.

La puesta en funcionamiento de un Centro de Educación Agraria y algunas mejoras hechas en el predio son -hasta ahora- los únicos avances logrados en cuatro años de gestiones y burocracia, según explica a DIA 32 el actor Alberto “Paco” Fernández de Rosa, quien tiene a su cargo el establecimiento y el desarrollo del proyecto.

Belleza natural

Las 40 hectáreas destinadas al desarrollo del Jardín Botánico tienen las reminiscencias de un pasado lujoso y de abundancia. Desde la calle Mendoza hasta el arroyo y desde la Panamericana hasta El Dorado. Un bosque silvestre, barroco de naturaleza que creció libremente durante decenas de años. El casco de estancia es hoy lo que queda del hogar de huérfanos Patronato de la Infancia.

Miles de plantas y árboles lo separan de la antigua cochería, una casona inmensa, hermosa. Un gran salón central es abrigado por un hogar para leña de un tamaño exagerado. Centenares de metros hacia el oeste, una capilla abandonada, con el baño tapiado y los techos ausentes. Lo que era la chanchería parece un laberinto en decadencia.

Varios edificios más se pierden entre el verde y el abandono. Todo lo necesario para satisfacer las necesidades del histórico vecino millonario del pueblo de las calles de arena, que fuera titular del Senado e incluso presidente interino de la Nación, allá por la década del ‘20.

Quizás la construcción más imponente es la antigua caballeriza, una nave de 20 por 50 metros vacía, con techos de chapa a gran altura y piso de tierra. Decenas de cubículos para los caballos de carrera propiedad de aquel personaje de la alta sociedad patricia, conocido por ser un hombre que disfrutaba los lujos, la buena vida, el poder y la soltería. Tenía incluso una pista de carreras privada. Hoy es la calle La Pista.

Villanueva, cómodo en el Senado, tenía suficientes contactos como para, junto a su amigo el ingeniero Maschwitz, traer el ferrocarril hasta el kilómetro 42,500. Benito y Carlos se conocían de los pasillos del poder. Juntos plantaron de todo. La riqueza natural es enorme. Hay eucaliptos que tienen 100 años, bosquecitos de talares, ceibos jujeños, calas, totoras y decenas de plantas más.

El predio, ademas, cuenta con un gran tanque australiano que, de acuerdo al proyecto, será destinado a una colonia de vacaciones para chicos de barrios carenciados, en el corazón de un reservorio de naturaleza diseñado por el mismísmo Carlos Thays, quien concretara el Botánico porteño y una gran cantidad de plazas y parques de la ciudad.

Tiempo de gestión

Este maravilloso escenario hace volar la imaginación de cualquiera, tanto para reconstruir mentalmente lo que fue como para proyectar lo que es posible hacer allí. Casi cinco años atrás, “Paco” Fernández de Rosa visualizó allí el lugar indicado para concretar el proyecto “Arboles para el mundo”, ideado por el periodista Fernando Cerolini. Hoy, tras largo tiempo, anuncios, presentaciones y más gestiones de por medio, espera que el Jardín Botánico esté en condiciones de recibir visitantes a partir de marzo del año que viene.

“Tras muchos trámites, recorridas de oficinas del Estado y gestiones”, Fernández de Rosa logró poner en funcionamiento un Centro de Educación Agraria (CEA), donde se dictan cinco cursos “para unas 100 personas”. El CEA es la coraza institucional que sostiene el proyecto más grande del Jardín Botánico. “Es un instituto educativo de carácter experimental, esta es la estructura que encontré para que funcione. Había otros caminos largos, farragosos y de dudosa concreción”, afirma su director.

“Fue un proceso de institucionalización muy largo. Yo gestionaba y la gente me decía que ahí no había nada, la gestión no se ve. En 2007 la Nación le dio el lugar a la Provincia para hacer el Botánico. Pero la Provincia no tenía ninguna estructura así, entonces hubo un tiempo de mucha burocracia. Dos años después, Scioli decidió que el predio cayera bajo la órbita de la Dirección General de Escuelas. Me acuerdo que lo esperé ansioso por horas a la salida de su despacho hasta que firmó la carta y me la dio”, cuenta De Rosa.

Lo cierto es que son cinco las personas que, además de él, reciben un sueldo para llevar adelante el futuro Botánico. “Este tipo de institutos no tienen un presupuesto propio. Hay tres coordinadores de área, un director y dos maestros de sección. Son cinco personas solas para 40 hectáreas. Cada año pedís lo que necesitás. Ahora tengo pedidos que van a llegar el año que viene”, explica.

Abierto a la comunidad

Fernández de Rosa asegura que “el lugar ya está abierto a la comunidad. Cualquiera puede venir y disfrutar del paisaje, mirar las aves, las mariposas, la vegetación”. Admite que todavía no están en condiciones de recibir espontáneamente a los visitantes. Hoy por hoy “si viene un grupo organizado, nos avisa y hacemos la visita”.

Todavía hay un largo camino por recorrer y muchas cosas por hacer. Falta cerrar el perímetro, restaurar edificios, demarcar los senderos, identificar plantas y árboles, reunir voluntarios dispuestos a hacer las veces de guías y capacitarlos.

Los vecinos del pueblo escuchan historias de todo tipo y antigüedad de la estancia de don Benito. Las décadas de abandono alimentan la imaginación de una comunidad ansiosa por recuperar lo que fue de uno de sus fundadores. Desde adentro, en tanto, avisan que la gente ya es bienvenida a visitar el lugar y esperan “estar preparados para recibir visitas con guías y todo listo para marzo del año que viene”.

Educación natural y popular

Para estudiar en el centro educativo sólo hay que ser mayor de 16 años. Los estudios son totalmente gratuitos, duran entre 3 y 6 meses y tienen certificación oficial. Se dictan cursos de Apicultura, Propagación de Plantas Ornamentales, Manipulación de Alimentos, Huerta Familiar y Lumbricultura.

Su director cuenta que recibieron ya la visita de “unas quince escuelas, y se dieron también talleres y charlas de Zoonosis, Plagas Domésticas y Flora y Fauna de la Estera Paranaense”.

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