Las denuncias de acosos, abusos y violaciones se multiplican en redes sociales y medios de comunicación. En el partido de Escobar, la Dirección de Políticas de Género atiende 30 casos diarios relacionados a maltratos domésticos.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Es como si hubiese explotado una olla a presión que hizo saltar por los aires a la vergüenza, la humillación, al abuso, a la costumbre de dejar guardados los trapos sucios dentro de casa. A las falsas creencias de pensar que lo que el otro dice está bien, simplemente porque el otro, a través de la manipulación, supo ganar poder.

Algunas de las leyes promulgadas durante el kirchnerismo -como la que intensifica las penas en casos de homicidios motivados por condiciones de género o la ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los diferentes ámbitos-, el surgimiento del movimiento Ni Una Menos en 2015 y tantos otros que le siguieron, el creciente número de femicidios y la instalación del tema en medios y redes sociales destaparon la problemática de la violencia de género. Algo que, por supuesto, no es nuevo sino que data de añares.

Las historias que se leen y se escuchan parecen salidas de películas de terror. Ocurren en todos los estratos sociales y se materializan bajo diferentes formas: física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, social y vicaria, donde los atacados terminan siendo los hijos para dañar a la pareja.

Según las estadísticas, este destape no apaciguó ni redujo los casos de violencia. Se siguen produciendo incluso femicidios en cantidades aterradoras. El avance es que hoy las mujeres cuentan con más herramientas para protegerse.

En el partido de Escobar, la Dirección de Políticas de Género recibe casi treinta consultas diarias por situaciones de violencia en su oficina de Colectora Este 659, en Belén de Escobar. Un número que va en aumento porque el promedio sube, nunca disminuye.

Las denuncias se reciben a través de múltiples canales. Pueden ser derivadas por la Comisaría de la Mujer y la Familia, organismos judiciales, áreas municipales o mujeres que se presentan de manera espontánea.

“Cada situación es diferente”, afirma la directora de Políticas de Género, Lorena Vogel. Y explica: “Tratamos los casos de manera individual dando atención, contención, acompañamiento psicológico y ocupándonos del seguimiento muy de cerca”.

La víctima llega con un abanico de problemas que no se pueden tratar en una sola dirección. Pero, como dice la funcionaria: “Lo importante es que lleguen, no importa cómo”. De ahí en más, ya con la situación en manos de profesionales, se toma una decisión sobre el rumbo a seguir.

“Lo peor es el miedo que las mujeres tienen de denunciar. A veces lleva tiempo dar ese paso, porque luego hay que sostenerlo y eso suele ser lo más difícil”, señala. Es que los agresores pueden ser muy persuasivos cuando llegan llenos de arrepentimiento a pedir disculpas.

Que se mantengan lejos

Tanto si hubo o no denuncias, o si se han pedido medidas cautelares, una vez que la mujer llega a esta dependencia municipal se activa un protocolo con diversas etapas. Lo primero es programar entrevistas semanales; si la situación es muy riesgosa, se hacen dos por semana.

Más tarde, cuando la víctima ya está preparada para afrontar la situación con quienes están en la misma situación que ella, es derivada a un taller grupal. Se trata de un espacio de charla y de actividades, donde el objetivo es producir empatía para que ninguna se sienta tan sola.

Las medidas cautelares pueden ser la exclusión, en caso de que la pareja viva en la misma casa, o perimetral, cuando al agresor se le prohíbe acercarse a la víctima a determinados metros y por determinado tiempo. También se pueden pedir las dos medidas juntas.

En el caso de una exclusión, donde el hombre debe dejar su hogar con sus pertenencias en presencia de la Policía, se gestiona el botón antipánico a través de la Secretaría de Seguridad, para que la mujer tenga una herramienta de defensa en caso de que el hombre intente acercarse. “Esto ha salvado muchas vidas, el móvil llega en minutos porque enseguida sale en el sistema que ese número es de una mujer víctima de violencia de género”, asegura Vogel.

De no cumplir las órdenes del juez, el agresor puede ir preso de 15 a 20 días. Y si la víctima insta a la acción penal, el período de prisión puede ser mucho más largo.

Lugar seguro

Para los casos más graves, aquellos en que la víctima tiene que salir de la casa en forma temporal hasta que se efectivicen las medidas cautelares y no tiene familiares o amigos a los que recurrir, desde el Municipio se creó el Hogar de Protección Integral de la Mujer, inaugurado en octubre de 2017.

Es un lugar de resguardo temporal con capacidad para doce mujeres con sus hijos. Tienen habitaciones, cocina y comedor diario. Hay cámaras de seguridad, custodia y operadoras que trabajan en diferentes turnos durante las 24 horas.

Es un lugar transitorio, para atravesar la coyuntura inicial. Algunas reciben subsidios para poder alquilar un lugar para vivir. En caso de que lo necesiten, también se las ayuda a conseguir un trabajo; a veces a través de programas impulsados por el Municipio, como es el de las “placeras”.

Allí también funciona la Casa de la Mujer, con un salón de usos múltiples donde se dictan talleres de diversos oficios y hay actividades para los chicos.

“Cuando hablamos de violencia de género, hablamos de una construcción social y cultural. Nuestro género está sometido a violencia porque desde chicos nos enseñan que el hombre tiene mayor poder que la mujer, estamos estereotipados y crecemos en desigualdad”, afirma Vogel, consciente de que revertirlo no será posible de la noche a la mañana: “Son situaciones que vienen desde hace muchísimos años y va a llevar tiempo reeducar”.

OLA DE DENUNCIAS EN LAS REDES

Efecto Thelma Fardín en Escobar

La resonante denuncia pública de la joven actriz Thelma Fardín, quien acusó al actor Juan Darthés de haberla violado en 2009, cuando ella tenía 16 años y él 45, convulsionó al país. Y generó una nueva ola de denuncias mediáticas, que en Escobar tuvo su réplica en las redes sociales. Especialmente en Instagram, muchas jóvenes se animaron a contar episodios de acosos y abusos que sufrieron en distintos ámbitos, incluso dando nombres y apellidos de los varones que las violentaron.

MURIÓ QUEMADA TRAS UNA PELEA CON SU PAREJA

Discusión trágica: El caso de Yanina Miranda

En la medianoche del domingo 25 de noviembre, Yanina Miranda (35) y Juan Carlos Monjes (29), quienes estaban en pareja desde hace diez años, tuvieron una durísima pelea. No era la primera, pero esta vez fue trágica: ella salió de su habitación envuelta en llamas y corrió hasta la casa de una vecina que la socorrió. Estuvo internada en gravísimo estado en el hospital Erill, donde falleció el sábado 1º a causa de los daños causados por las quemaduras que sufrió en la mitad de su cuerpo.

Después de algunas cavilaciones, el juez Luciano Marino, que inicialmente había dispuesto la liberación de Monjes, ordenó que sea detenido e imputado como presunto autor de un femicidio. Una de las hipótesis que se manejan es que la roció con alcohol y la prendió fuego con un encendedor porque ella, cansada de la violencia que él le infringía, le habría dicho que quería interrumpir la relación.

UNA HISTORIA ESPELUZNANTE

Vivir en el infierno

Lo que le tocó vivir a Fabiana -su apellido se reserva por razones legales- fue el mismísimo infierno. Conoció a su novio a los 16 años. Era un vecino mayor que ella, quien resultó celoso y adicto a las drogas. Cuando tuvieron a su hijo -que él se negó a reconocer-, todo comenzó a empeorar y los niveles de violencia que sufrió fueron brutales.

“Me picaba con un cuchillo, me pinchaba con un tenedor y me rompía todo lo que era mío. Cuando quería irme, me ataba con una soga y quedaba encerraba en la pieza del fondo con llave. Me acuerdo de mi gordo llorando afuera como loco”, relata.

“Cuando lo quería dejar e irme a lo de mi mamá, sacaba el cuchillo y me cortaba. `Te vas y te meto dos tiros´, me dijo una vez. Hasta que un día me golpeó tanto que los vecinos llamaron a la policía. Ahí sí me pude ir, pero me quitaron a mi hijo. En ese momento mi mundo se derrumbó por completo”.

“Al tiempo volví a la casa porque él me pidió perdón y me rogó que volviera. Pero una noche me quemó con el cigarrillo y me ató a la cama con una soga, me pude escapar con la poca fuerza que tenía y lo que me acuerdo es que terminé en una salita de Garín. La llamaron a mi mamá y a Lola Vogel a las 12 de la noche y las dos vinieron a ayudarme”, revive sobre la odisea que la llevó hasta la Dirección de Género del Municipio.

“A partir de ahí iba todas las semanas a la Dirección a hablar con una psicóloga. Yo ya estaba embarazada de nuevo, de cinco meses, y ni siquiera lo sabía. Con la ayuda de estas personas a mi ex lo metieron preso. A mí me prepararon para buscar un trabajo y recuperé a mi hijo. Ahora tengo una pareja que nos trata bien y somos felices como podemos”.

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