Matías Konstandt ideó un sistema para desarrollar grandes construcciones con tubos de aluminio en tiempo récord. Primero experimentó en el barrio privado La Celina, donde vive, y luego creó una empresa de estructuras desmontables para infinidad de utilidades.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

De afuera parece un gran cubo de cemento gris, resaltan los grandes ventanales de vidrio y unos entramados de metal que a simple vista son difíciles de descifrar, de entender qué sentido tienen. Es que la Casa Molecule, ubicada en el barrio privado La Celina, en Ingeniero Maschwitz, fue construida con un sistema totalmente anticonvencional, que consta de 39.366 tubos de aluminio encastrados en 13.122 nudos.

Sus paredes exteriores, las que parecen de hormigón, son de telgopor de cinco centímetros, con un centímetro de revoque, mientras que las interiores están recubiertas por fibrofácil. Todo hace pensar que un chico se puso a jugar con un Meccano y casi sin querer consiguió levantar una casa de 300 m2 en dos plantas, a escala real, enorme.

Matías Konstandt, su creador, no es arquitecto ni ingeniero, aunque es un apasionado de ambas profesiones, como también de los sistemas constructivos y del diseño. De formación más bien administrativa, se define como empresario e inventor y hace diez años que vive en la Casa Molecule.

La historia se originó con su gusto por los viajes y cuando comenzó a preguntarse cómo sería si alguna vez decidiera quedarse a vivir tres o cuatro meses en alguno de los rincones de Argentina. “Entonces ideé una vivienda de estructura liviana, de ensamble y desarme rápidos, que fuera transportable y fácil de armar en cualquier tipo de suelo y clima”, dice.

Aprender a usar el sistema y sus máquinas le demandó un año y medio. “Lo más complicado al principio fue lograr que en el barrio nos permitieran instalar una casa que parecía tan ‘rara’. Los vecinos se opusieron, hasta que después de muchas explicaciones nos dieron la autorización”, recuerda Konstandt.

Ahí sí se lanzó a la aventura de armar la estructura de la vivienda, con sólo tres personas que lo ayudaron. Hicieron desde la base, las paredes interiores y exteriores, los techos, las galerías, y hasta se animaron con la pileta.

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Súper liviano

“Lo novedoso de esta estereoestructura es que no se necesitan más que tres elementos: el tubo, el nudo y un tornillo, sólo hay que encastrarlos entre sí. Por eso no es necesario contar con personal especializado, cualquiera puede hacerlo con un destornillador eléctrico. Se pueden colocar andamios o directamente caminar sobre lo que se va armando, es como una escalera. Además, es muy atractivo, y los tubos de aluminio tienen muchas variables, aunque también se pueden utilizar de hierro, madera o plástico. Pero el aluminio es muy resistente y anticorrosivo”, señala el inventor.

Los tubos tienen un largo de 30 centímetros y se van disponiendo de forma piramidal logrando unas “redes” que a su vez van creando pequeñas diagonales, aportando dinamismo y solidez a la estructura. Por este motivo el sistema resulta tan liviano. El metro cuadrado pesa solamente 4 kilos y soporta lo mismo que una losa de 10 centímetros cuyo peso es de 250 kilos.

De este modo, la vivienda tiene un peso neto de 26 toneladas, diez veces menos que una casa de ladrillos tradicional, y se convierte en “la más liviana del mundo”. Otra de sus cualidades es ser totalmente antisísmica, ya que el techo, las paredes y el piso están unidos entre sí y responden todos juntos al movimiento. También es resistente a vientos huracanados e incendios. Se puede desarmar, transportar fácilmente a cualquier lugar y combinar con los sistemas de construcción tradicional.

Es una típica casa minimalista, con espacios muy amplios vestidos solamente con lo indispensable: un living de 80 m2 en doble altura, comedor independiente, un dormitorio con baño en suite, dos dormitorios secundarios y una cocina de 32 m2. Además, cuenta con un perfecto sistema de aislación térmica y acústica: no pasa el frío ni el calor y atenúa los ruidos. Por otra parte, las paredes, al ser huecas, permiten pasar todo tipo de instalaciones con mucha facilidad.

A medida que la obra en Maschwitz avanzaba, Konstandt comenzó a tramitar la patente en Estados Unidos que, con el nombre de Molecule, registró en 2002. Hoy, su invento no sólo sirve para construir casas: armó la empresa Domos Argentina, que se dedica a la fabricación integral de estructuras esféricas y geodésicas de gran porte con fines multipropósito para ser utilizadas en una infinidad de aplicaciones, desde stands para grandes exposiciones y ferias, fiestas o juegos para plazas.

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Nómade

La inventiva de este empresario no se acaba en el hecho de levantar paredes, ya que también se animó con los muebles. El interior de la Casa Molecule está decorado con objetos diseñados y construidos por él. Desde el soporte de la cama, los cuatro sofás del living y las banquetas, hasta un espejo rodante con madera y varias esculturas. Incluso una de forma geodésica que se pasea por el jardín movida por el viento.

La pasión de Matías Konstandt por los viajes, la vida al aire, la ecología y por moverse de un lugar a otro lo llevó a descubrir una manera única y muy particular de “armarse la carpa”. Si bien el empresario vive en Maschwitz, en su Casa Molecule donde “cada uno que entra se siente muy impactado por la estructura de la vivienda”, viaja constantemente y durante seis meses al año se muda al sur de la provincia de Entre Ríos, a la Reserva Natural Malabrigo, un área protegida en estado de recuperación de 150 hectáreas.

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