vizcacheras desde el aire
A orillas del río Luján, un lugar del que poco se conoce evidencia la vida cotidiana de los primeros pobladores de estas tierras, hace 500 años. Quiénes eran, qué hacían y qué pasó con ellos. Además, el proyecto para declararlo reserva natural.

Huele a tierra húmeda, el campo amplio se interrumpe con las nubes reflejadas en un arroyo cuyas curvas dejan entrever el verde intenso del Delta. Un tero grita, las vacas pastan en calma y un caballo silencioso contempla de cerca el agua. También hay rastros de los últimos vaqueanos que se acercaron a pescar y pasar la noche a la intemperie. Resulta difícil imaginar que en este paisaje virgen de viento suave, hace más de quinientos años y con un movimiento muy distinto, transcurría la cotidianeidad de los primeros habitantes de lo que hoy es el partido de Escobar.

Se trata de Las Vizcacheras, un yacimiento arqueológico de unas 200 hectáreas de superficie ubicado a orillas del río Luján, en la desembocadura del arroyo El Tajamar. Es una zona de humedales lindera al parque nacional Ciervo de los Pantanos, entre los barrios El Cazador y Las Lomas. Se estima que fue habitado por pueblos recolectores y cazadores entre 1500 y 1750.

Historiadores y arqueólogos, más allá de contemplar su naturaleza, han visitado el lugar interesados por otros hallazgos: vasijas rotas precolombinas, fogones, arpones, huesos de animales y esqueletos de los humanos que antiguamente vivieron y murieron en este territorio.

A causa de estos descubrimientos, durante mucho tiempo se trató de un sitio enigmático, que generó diversas leyendas populares: que el lugar estaba poblado por los espectros de los indios, que estos habían sido vistos rodeados por un “humo azul”, que podrían ser las tierras donde se intentó fundar fallidamente Buenos Aires, en 1536…

A la vera del rio lujan se encuentra el yasimiento Las Vizcacheras
Aguas marrones. El cauce del río Luján tiene escasa profundidad a la altura de Las Vizcacheras.

Los relatos alrededor de Las Vizcacheras se transmiten de generación en generación, suelen ser tema de conversación cuando baja el sol en el campo y se registran al menos hace un siglo conformando los mitos fundacionales del distrito. Que sea un desafío llegar, tanto por tierra como por río, fomenta el misterio.

El nombre de Las Vizcacheras se debe a que en la zona había una gran cantidad de nidos de vizcachas, un tipo de roedor de las pampas que llega a medir hasta sesenta centímetros. En las bocas de vizcacheras pueden vivir hasta cincuenta ejemplares.

Los pueblos originarios y los gauchos localizaban estas cuevas porque resultaban sumamente peligrosas: “En el viaje, comentan los mayores, era común encontrarse con esos huecos terribles. Si el caballo metía la pata en la vizcachera, era caballo muerto. Lo aniquilaban. Entonces el paisano quedaba a pie y era complicado atravesar el campo con vacas y toros salvajes”, asegura el historiador local y director del Museo Municipal Dr. Agustín Campiglia, Gustavo Issetta.

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Los que resistieron la conquista

En las islas, en los bajíos ribereños y en el continente se encuentran numerosos sitios arqueológicos porque hubo una gran cantidad de comunidades que habitaron esos lugares. Entre ellas, los timbúes, caracáes, chanáes y beguaés. “Me animo a decir que en tiempos prehistóricos había más pobladores en el Delta que hoy”, arriesga el arqueólogo Oscar Trujillo, quien junto a Issetta participó de un documental de ADN Escobarense dedicado a Las Vizcacheras.

Para comprender quiénes fueron sus habitantes hay que remontarse a la segunda fundación de Buenos Aires (1580), liderada por Juan de Garay. Un proceso complejo que consolidó la presencia hispánica y desplazó a los aborígenes muy rápido. Algunos fueron derrotados militarmente, mientras que otros decidieron alejarse a sitios marginales porque no estaban dispuestos a vivir la vida de los españoles: integrarse a un pueblo, ir a la iglesia y cambiar su forma de vestir y de comer.

Dentro de este grupo se ubican los cimarrones del Delta, los considerados “maleantes”, los que habían sido traídos como esclavos y los rebeldes o fugitivos, que prefirieron llevar una vida más difícil, pero libre. Estos, que se resistieron a las costumbres de los colonizadores, fueron los habitantes de Las Vizcacheras: la población originaria de Escobar.

“Hablamos de pueblos que supieron adaptarse a su mundo con una estrategia muy particular, lo que vino después fue un impacto muy traumático, que fue el proceso de la invasión europea”, explica Trujillo.

El costado más violento de la conquista se asocia a las enfermedades extranjeras y al hambre, puesto que, además de que los originarios no resistían una gripe, ya no podían cazar las especies nativas desplazadas por las que llegaban en los barcos.

La vida de las primeras familias hispano criollas que al tiempo se establecieron en Escobar tampoco fue sencilla. El historiador Felipe Pigna sostiene que la mayoría de los aborígenes de esta zona, en general querandíes y mbayaes, se resistieron a las llamadas “encomiendas”; es decir, el derecho de los colonizadores a usar el servicio de pueblos originarios explotando su trabajo.

Gustavo Issetta y Oscar Trujillo muestran restos arquelogicos en Las Vizcacheras
Investigadores. Gustavo Issetta y Oscar Trujillo destacaron el valor arqueológico del sitio.

El valor de la vida cotidiana

Quienes habitaron Las Vizcacheras pudieron extender su presencia hasta 1750, porque contaban con los recursos para sobrevivir en ese ecosistema: eran guerreros, competían por el territorio entre tribus, tenían buen armamento, arcos muy grandes y boleadoras. Podían pescar con facilidad, se adaptaban a la creciente del río y utilizaban canoas para ir y venir por el Luján.

Se sabe que cazaban un primitivo avestruz de este paisaje y que luego también aprovecharon los animales que habían traído los españoles. “Tenían una dieta muy buena, rigurosa, se ha encontrado un fémur de 40 o 50 centímetros, lo que habla de un individuo de 1,85 de altura y fuerte constitución”, amplía Issetta.

En su visita al yacimiento, el historiador y el arqueólogo encontraron cerámica de cocción reductora. Explica Trujillo que los aborígenes fabricaban una pieza, le retiraban el agua de confección, la secaban al sol y prendían el fuego en un pozo donde metían la vasija. Después le hacían un engobe, un lavado y la pulían; los guaraníes, además, les agregaban pintura. Los fragmentos hallados, probablemente, tengan más de quinientos años de antigüedad.

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“En el imaginario colectivo de cualquier vecino del Delta del Paraná bonaerense, estos son residuos y el período prehispánico no existe. Reconciliar a la gente con el pasado de su tierra es una misión que los historiadores tenemos. En el presente buscamos restos de su vida cotidiana, los pedacitos de cerámica pueden ser imperceptibles para cualquiera, pero para nosotros son muy relevantes. Representan el paso de hombres y mujeres de hace cientos de años”, enfatiza el arqueólogo, conmovido con la riqueza del lugar.

En sintonía, Issetta afirma que “estos descubrimientos son únicos”. Y remarca: “Estamos parados en donde estuvieron los primeros habitantes de lo que luego fue Escobar”.

El camino a Las Vizcacheras se recorre a lomo de caballo
A campo traviesa. Las Vizcacheras está cerca del Aero Club de Escobar, pero no tiene un acceso directo.

Un sitio fantasmagórico

En su libro Seres extraños y leyendas urbanas del partido de Escobar, Issetta se pregunta retóricamente qué decían los abuelos sobre Las Vizcacheras. Los relatos cuentan que, tanto de noche como a pleno sol, se habían visto espíritus en las excavaciones: “las luces malas”. Deducían pseudocientíficamente que eran los llamados “fuegos fatuos”, el fósforo de los huesos enterrados: una llama azul que se desliza en superficies acuosas, pantanosas y en cementerios.

La isla y el río se conformaban como un territorio misterioso, y los pescadores solitarios volvían espantados de los fantasmas de un pasado precolonial. “Sí, son muertos, muertos antiguos que… ¿se manifiestan? ¿Qué quieren decirnos a los que nos aventuramos en los bañados? La frontera terrible, indescifrable, de lo extraño. El hueco profundo de la leyenda. El miedo…”, expresa Issetta con un singular estilo literario en este libro -publicado por Editorial Maxbrod en 2018-, que ya va por su sexta edición.

“Se habla de estos lugares como cementerios de indios porque la cerámica y los restos óseos se encuentran todos juntos. La costumbre de estos pueblos era enterrar a los muertos en el mismo lugar donde vivían. Entonces es posible encontrar un fogón, restos de cerámica y al lado un esqueleto humano. Esto puede impresionar, o bien habla de la enorme potencia que tienen estos sitios”, aporta Trujillo.

Huesos en la zona de Las Vizcacheras
Restos óseos. La costumbre de los aborígenes era enterrar a los muertos en el mismo lugar donde vivían.

Cuna de la provincia

Por otro lado, el lugar nutrió teorías todavía más complejas. En la década de los ochenta, el investigador Federico Kirbus estudió la hidrografía bonaerense y específicamente las distancias que existen entre Las Vizcacheras y El Cazador. Con una teoría más extensa, llegó a sostener que la primera fundación de Buenos Aires (1536) podría haberse ubicado en lo que hoy es Belén de Escobar.

El sustento de su hipótesis fueron pequeños pedazos de cerámica querandí del siglo XVI y dos balas de arcabuz del mismo período encontradas en el yacimiento arqueológico.

Las Vizcacheras es un yacimiento arqueológico de unas 200 hectáreas. Se estima que fue habitado por pueblos recolectores y cazadores entre 1500 y 1750.

Tiempo después, un grupo de escobarenses decidió iniciar una nueva pesquisa en la misma dirección que Kirbus. El escritor e investigador Eduardo Arcuri también sostiene que la primera fortificación y puerto de Buenos Aires se plasmó sobre las barrancas de El Cazador.

En Las Vizcacheras hallaron huesos de nativos que para ellos no obedecían a los ritos de enterramiento de tribus, sino a caídos en combate, cuya forma de sepultura era totalmente distinta. Esto demostraría el paso de los europeos por estas tierras. “Puedo estar equivocado, pero estoy convencido”, le dijo Arcuri a DIA 32 en un reportaje publicado en julio de 2021.

El area de Las Vizcacheras desde el aire
Naturaleza. La futura reserva Las Vizcacheras preservaría una superficie de doscientas hectáreas.

Redescubrir los ancestros

A orillas del cruce entre el Luján y El Tajamar, Trujillo observa sobre sus manos la diminuta pieza de cerámica y comenta: “Este espacio, que hasta hoy en día sigue siendo virgen para nosotros, tiene una historia poco estudiada y valorada, porque la mayoría de los pueblos de la provincia de Buenos Aires que tienen superficie sobre el Delta vive a espaldas del río y a espaldas de este pasado tan rico”.

“Mirar el suelo y encontrar restos de cerámica que hablen del pasado es reconstruir nuestra identidad. Ir hacia los antepasados que poblaron la zona, que dejaron huella, que deben ser redescubiertos como los primeros pobladores de esta tierra, que merecen su reivindicación, su página en la historia”, enfatiza.

“Encontrar restos de cerámica que hablen del pasado es reconstruir nuestra identidad. Ir hacia los antepasados que poblaron la zona y que merecen su página en la historia”, enfatiza Oscar Trujillo.

Asimismo, explica que muchas veces se considera que las ciudades comienzan con sus trazados, instituciones, ferrocarriles e industrias, pero se olvidan los siglos que hay detrás: “Si hiciéramos un estudio de ADN, nos sorprenderíamos de la inmensa diversidad de aportes étnicos que conforman nuestra identidad. Además de provenir de los inmigrantes europeos, también venimos de un mestizaje muy profundo que incluye a todos estos pueblos, a este crisol de razas”, concluye.

El reciente convenio firmado entre el Municipio y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación para declarar reserva natural a este sitio arqueológico va en línea con todo lo expuesto. Así, más allá de las diferentes teorías y de los mitos que siguen generando Las Vizcacheras, las luces malas se reconfiguran hoy como faros que alumbran la historia para recuperar este valioso sitio que, al reconectar a Escobar con su identidad originaria, está más vivo que nunca.

mapa vizcacheras ubicacion referencias escobar

UN NUEVO ENFOQUE

Las Vizcacheras será declarada reserva natural

En las últimas seis décadas se desarrolló un abordaje más académico sobre Las Vizcacheras. El lugar fue estudiado por el Departamento de Arqueología de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta y hacia fines de los ‘90 por especialistas que realizaron investigaciones rigurosas desde el Museo Histórico Municipal Dr. Agustín Campiglia.

En línea con este enfoque, el miércoles 3 de mayo el intendente Ariel Sujarchuk y el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, firmaron un convenio que establece la creación de la Reserva Natural y Cultural Sitio Arqueológico Las Vizcacheras.

Desde una perspectiva ambiental, el área donde se proyecta la reserva se encuentra en el valle de inundación del río Luján en su tramo inferior, es decir, en los humedales caracterizados por bajíos ribereños que brindan múltiples funciones ecosistémicas. Además, su ubicación lindera al Parque Nacional Ciervo de los Pantanos permitiría potenciar las tareas de preservación que se realizan en el lugar.

Sujarchuck y Cabandie firman acuerdo por Las Vizcacheras

Desde el equipo de profesionales del Plan Estratégico Territorial 2020-2030, conducido por el arquitecto Gustavo Darrigo, señalan que esta reserva constituye un sub-distrito de Humedales del Río Luján, al que se le suma la protección arqueológica de un sitio donde es posible hallar restos de pueblos originarios.

Apuntan a seguir estudiando el material y crear un sitio de interpretación histórica y reivindicación cultural. “La idea es facilitar la participación de grupos de investigación que permitan enriquecer y divulgar los conocimientos en relación con nuestras raíces”, aseguran.

El armado de la reserva implica su creación a través de una ordenanza, pautando objetivos, la elaboración de un plan de manejo, establecer la línea de ribera, mejorar la accesibilidad, desarrollar infraestructura, servicios y senderos, así como generar instancias participativas con las vecinas y los vecinos.

Apuntan a que sea un lugar visitado por todos y todas, para conocerlo y disfrutarlo: “No solo por los habitantes del partido de Escobar, la reserva tiene que promover el turismo local de cercanía. Desde luego, siempre desde los parámetros de la preservación del lugar”.

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