Dice que conserva la esperanza de que su caso se esclarezca y lo compara con lo que ocurrió durante los años de plomo. “El enemigo de la dictadura militar ha demostrado que sigue estando ahí”, insiste.

En su casa de la calle Galileo Galilei, a una cuadra del cementerio municipal de Escobar, Luis Gerez (54 años, 5 hijos) recibió a DIA 32 un sábado a la tarde para recordar el episodio que vivió en 2006 -al que suele referirse como “lo que me pasó”- y dar su impresión sobre todo lo que le siguió.

Pese a su habitual amabilidad, no es un entrevistado fácil. Acepta toda clase de preguntas y siempre se explaya en las contestaciones, pero suele ser poco preciso en ellas a la vez que apela casi sistemáticamente a analogías y ejemplos, muchas veces futbolísticos.

Apenas se enciende el grabador, aclara que da la entrevista porque respeta al periodista que lo visita, uno de los muy pocos que le hizo una nota cuando denunció intimidaciones tras su declaración contra Patti, a mediados de 2006, y al primero que recibió el miércoles 3 de enero de 2007, en la casa de “Paco” Fernández de Rosa -su “escondite” de aquellos días-, cuando su cuerpo todavía conservaba las quemaduras de cigarrillo en el pecho y las muñecas y tobillos morados por los ganchos que le habían colocado sus captores.

¿Sabe que su causa está para archivar?

No, pero yo conservo la fe y trato de sentirme vivo con las cosas que hago para alimentar la esperanza. Esto algo va a arrojar, algo se va a saber. Tal vez hoy todo eso que pasó se olvide, pero quizás dentro de unos años… Los casos de lesa humanidad tardaron 25 años en volver a salir a la luz.

Pero lo que ocurrió en la dictadura dejó miles de muertos y desaparecidos. En cambio, por su caso ya ni se oyen voces que reclamen…

Pero seguiré teniendo esperanzas hasta el final. Esto no fue un hecho casual. Lo que a mí pasó le pudo haber pasado a cualquier otro de los declarantes. Yo tuve la suerte que no tuvo Julio López ni miles de compañeros. Aunque me considero un granito de arena, para algunas personas soy un grano muy molesto. Y el enemigo de la dictadura militar ha demostrado que sigue estando ahí.

Se decía que usted no aportaba muchos datos a la investigación porque se encontraba en estado de shock. ¿Recordó algo nuevo en estos años?

Lo único que me gustaría es pasar por una calle y reconocer el lugar donde estuve encerrado. Sería lo único valedero, que podría marcar un antes y un después. Todo lo otro que se diga puede caer en el terreno de las especulaciones.

¿Cómo se explica que un hecho que tanto le interesaba esclarecer a la Casa Rosada se haya empantanado así?

El poder político, en muchos casos, ha demostrado que no siempre tiene la fuerza suficiente para hacerle decir lo que quiera a un juez. Y así debe ser. Yo creo que la Justicia viene avanzando lentamente, si no hubiera perdido la fe. A pesar de todo, creo en la Justicia.

¿No será que el gobierno, por algún motivo, prefirió que no se descubra la verdad?

Puede ser. En el campo de las posibilidades, todas, hasta las más remotas, pueden conducir a algún camino.

¿Sigue insistiendo en que Patti “algo habrá hecho”?

No, lo que yo digo es que dentro de este gran conglomerado político Patti es un eslabón, así como yo, dentro del sector de los torturados, marginados y exiliados, soy otro eslabón; más pequeño, porque nunca estuve en el poder ni voy a tener la guita y la cantidad de abogados que él tiene para que lo defiendan.

¿Es verdad que lo hace feliz que esté preso?

Patti está preso por lo que hizo él, no por lo que hice yo. No siento felicidad.

¿Acepta que a mucha gente no termine de cerrarle su caso?

¡Pero seguro! Hasta que no podamos ver aunque sea una lucecita al final del túnel, ese antagonismo va a existir y cada uno va a creer en lo que tiene formado. Todavía me cuesta mucho ver las imágenes de un Escobar lleno de gente marchando por las calles buscándome. Durante los primeros veinte días se perdieron las pistas más importantes porque estaban empeñados en investigar a mi mujer y a mi familia. Si la prensa nacional hubiera estado más tiempo, seguramente hubiera marcado otros indicios ante la credibilidad de la gente.

Una nueva vida

El primer trabajo que Luis Gerez consiguió en 2008 se lo dio el entonces presidente de la Cámara Baja bonaerense, Fernando “Chino” Navarro, con un contrato de siete meses como asesor suyo. Después -dice que gracias a una nota de Página 12-, Hebe de Bonafini lo contactó para incorporarlo al proyecto de viviendas “Sueños Compartidos”. “Es alguien a quien respeto muchísimo, hasta he llegado a pelearme por ella sin tener la relación que tengo hoy. Es una mujer impresionante, te eriza la piel”, asegura. Así, empezó a trabajar en las obras de Los Piletones (Villa Soldati); en Villa Garrote (Tigre); y en el barrio Cina Cina (General Rodríguez), donde tiene a su cargo a cincuenta obreros.

Hace un mes y medio, además, puso en marcha en el frente de su casa una panadería artesanal que se convirtió rápidamente en la preferida del vecindario.

“Nadie me regaló nada, siempre trato de dar lo que puedo al máximo”, afirma Gerez, que sin quejarse comenta que por razones de bolsillo ya no anda en su viejo auto y viaja en colectivo. “Yo tengo que seguir siendo quien he sido y quien pretendo hasta morir, la plata no hace a mi felicidad”.

Pensar en “Paco”

Durante la entrevista con DIA 32, Gerez realizó una encendida defensa de Alberto Fernández de Rosa, por aquel tiempo líder del espacio político justicialista “Pensar Escobar”, muy cuestionado por su exposición mediática durante el caso. “Más allá de lo que digan algunos sectores y compañeros, ‘Paquito’ es un hombre político, pensante, que viene de luchas sindicales y del exilio. Si no pasaba esto, seguramente hubiera llegado a las elecciones. Pero a ‘Pensar Escobar’ lo gastamos con ese hecho.

¿Cree que “Paco” hubiera llegado a intendente?

No, no sé, pero alguien lo hubiera votado.

¿Y a usted nunca volvió a cruzársele por la cabeza una candidatura, como en 2001 por el Polo Social?

No, no pienso en eso. Como en un equipo, uno debe ocupar su lugar y saber participar. Yo participé de la mesa chica de “Pensar Escobar” porque quería que se plasmara un proyecto, no porque tuviera la ambición de un cargo político. Estar dentro del equipo me hace sentir bien.

Gerez, en otro orden, también tuvo palabras de elogio y agradecimiento para su abogado, Mariano Molina, sobrino de Jorge Altamirano, el hombre con quien estaba en aquella noche del 27 de diciembre de 2006. “El ‘Gordo’ se la jugó, es un tipo de fierro”, sostuvo.

La disputa por la recompensa

Mientras Luis Gerez estaba desaparecido, el entonces gobernador Felipe Solá y su ministro de Seguridad, León Arslanián, prometieron una recompensa de 400 mil pesos para quien pudiera “aportar datos veraces y determinantes” para llegar al secuestrado.

Una vez que el albañil apareció, comenzó la disputa por el dinero prometido. Por un lado, tres niñas decían haberlo visto primero que todos cuando caminaba maltrecho por la calle Bedoya, cerca de Fructuoso Díaz. Por el otro, dos jóvenes trabajadores de una casa de electrodomésticos de Maquinista Savio también aseguraban el hallazgo.

“Veníamos en la camioneta y a lo lejos se veía un hombre en cuero, despeinado, sucio y gritando. Yo le dije a mi compañero ‘mirá este borracho’. Y él me dijo que el tipo estaba pidiendo ayuda. Ahí paramos”, revive Angel Ayala en diálogo con DIA 32.

“Enseguida se desplegó un terrible operativo policial. Yo me quería ir a mi casa porque tenía que salir con mi mujer. Al final me comí tres días yendo y viniendo a los juzgados”, recuerda ya sin tanto fastidio.

“Una noche, cuando me llevaban a mi casa, unos policías me dijeron que yo estaba en un quilombo por la recompensa, que me iban a robar si se sabía que yo la cobrara. En ese momento me asuste mucho”, revela. Después de algunas semanas del confuso episodio, el mediático abogado Miguel Angel Pierri se comunicó para asesorarlo. “Nos reunimos y me dijo que si se podía cobrar, lo iba a hacer. Hasta hoy estoy esperando”, concluye Ayala entre risas, con tranquilidad luego de aquellos días agitados.

Al igual que el esclarecimiento del caso, con el paso del tiempo el reclamo por la recompensa terminó diluyéndose.

Esta entrevista corresponde a la nota de tapa:

El caso Gerez: la duda eterna

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