Tuvo su auge a fines de los '70, cuando ganó el Pre Cosquín como mejor cantante folclórica. Aunque no llegó tan lejos como hubiera querido, no se arrepiente de nada y hoy está festejando 40 años con la música.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Iris Pavoni nació en el seno de una familia de mimbreros y es la mayor de ocho hermanos, por lo cual desde muy chica se vio obligada a postergar sus estudios primarios para salir a trabajar y ayudar a sus padres a poner el pan sobre la mesa. Sin embargo, no todas fueron espinas en su vida. Aquella niña rubia, oriunda de Virreyes, luego vecina de Garín y radicada en Ingeniero Maschwitz a los 32 años, había sido tocada por la varita mágica y traía consigo un “don” que le dio la posibilidad de conocer y ser conocida en un mundo mucho más atractivo: el del espectáculo.

Dueña de una voz privilegiada e influenciada por algunos parientes que integraban orquestas típicas de la época y la fueron perfeccionando, su relación con el canto floreció de muy pequeña: “La Gringa” -como sus allegados la conocen- a los seis años ya entonaba tangos en las reuniones familiares; y con tan sólo 12 subiría por primera vez a un escenario en la famosa Peña El Lazo de San Isidro, cuando tuvo el honor de telonear a la emblemática cantante Ramona Galarza. “Ese día me temblaba todo”, recuerda en el inicio de la entrevista con DIA 32.

Después de semejante debut, por cuestiones intrínsecas a la edad y a las necesidades familiares estuvo alejada de las luces y micrófonos por un buen tiempo, pero apenas entrados los veinte volvió a despuntar su pasión y casi sin querer comenzó a forjar un currículum notable. “Para mí el canto es algo innato. En el taller de mi padre y en las fiestas siempre se cantó. Todos mis hermanos cantan, pero la única que más o menos se dedicó a hacer una carrera fui yo”, afirma con humildad, en su cálido hogar de calle La Plata, donde acredita su relato con fotos y viejos recortes de diarios.

A principios de los ‘70, Iris recorrió el país como integrante del prestigioso ballet de Miguel Angel Saravia. En 1976 fue finalista del Certamen Para Nuevos Valores Pre Cosquín. En 1977 participó y resultó ganadora del concurso realizado por el célebre programa La noche del padrino -un reality de ahora-, conducido por Antonio Carrizo, en Canal 9. Y en 1978 tuvo su revancha en la mismísima plaza Próspero Molina, donde conquistó el primer premio en el rubro Solista Vocal Femenino de Folclore, su género predilecto. Luego vendrían otro ciclo televisivo, varios radiales y un sinfín de presentaciones.

“Fueron experiencias hermosas, excitantes e increíbles. Pero no me abrieron las puertas como hubiese querido. Cosquín no era lo que es hoy y estábamos en plena dictadura, eran tiempos muy malos para que un artista se desarrolle”, analiza. Esos factores, sumados al incumplimiento contractual de la discográfica RCA Victor -hoy Sony Music- y a discordias con su manager de entonces -su primer marido-, no le permitieron llegar al estrellato. Igual, no se lamenta: “Nunca viví de la música porque elegí mi familia”.

Estás cumpliendo cuarenta años de carrera artística, ¿qué balance hacés hoy?

Estoy satisfecha con lo que hice, porque lo decidí yo y tengo el reconocimiento de mis pares, que es lo más importante. Mucha gente me dice, ‘¿cómo puede ser que vos no seas una artista reconocida con esa voz?’. Mirá, pude haberme dedicado totalmente a la música, pero no es lo que yo quería. Elegí volver a casarme, tener hijos, quedarme en mi casa y tener esto como hobbie. Si el artista quiere ser artista, se tiene que dedicar cien por ciento al artista: no hay familia, ni hijos, ni nada. Y yo no soy así. Siempre cuidé a mis hermanos menores, a mi mamá. Siempre prevaleció mi familia. No tengo el ego de un artista. Y eso para mí vale mucho.

¿Cuáles fueron las mejores y las peores experiencias que tuviste?

Siempre fueron mejores, porque para mí, cantar es vida. Dónde o cómo sea que cante, para mí ya es una alegría y es hermoso. Con el canto expreso todos mis sentimientos, lo que me pasa, lo que siento: por ahí me ves cantar protesta, por ahí cantándole al amor, no sé, pero siempre expresé lo que siento. Hubo una época que no canté, y la etapa más fructífera fue la de fines de los ‘70, cuando tomé mi carrera artística como profesión.

¿Ves alguna cantante local que asome como vos en su momento?

No, todavía no. Hay unas chicas que están cantando y que andan muy bien, pero todavía les falta. En Maschwitz está Fernanda Mores, que canta con su hermana y fue finalista del Pre-Cosquín (2014). Y en Escobar, Sofía Colucci, que es muy niña todavía. Ojalá lleguen, pero es muy difícil. Hay cantantes, pero aún no se lo toman como una carrera en serio, y cantan porque les gusta cantar.

En ese sentido, ¿considerás que Escobar tiene un circuito cultural donde los artistas puedan expresarse?

No, falta acá y en muchas partes. Antes había peñas grandísimas, como la de El Rancho de Don Pedro, por ejemplo. Había lugares donde se iba a cantar y la familia iba a escuchar. Y ahí sí iban productores. En Argentina no hay un reconocimiento y un respeto hacia el artista. No está la cultura de valorarlo, de mimarlo, de promocionarlo. Y ese es el problema principal.

¿Qué estás haciendo actualmente a nivel musical y general?

Siempre estoy armando espectáculos. Este sábado 7 festejo mis 40 cuarenta años con un show en Die Engel, junto a “Mily” Labanca. Y también estamos preparando algo para octubre con el grupo Sabias, locas y transgresoras. A nivel trabajo, soy modista de alta costura, así que estoy haciendo vestidos de novia y dentro de poquito estreno mi propia tienda. Además, estoy estudiando coaching ontológico y eso me cambió la vida. Llegué a mis 63 años plena y feliz, lo único que me faltaría es un compañero, pero ya se va a dar… (risas).

Ficha personal

Iris Margarita Pavoni nació el 7 de julio de 1952 en Virreyes, partido de San Fernando. Luego de vivir en Garín, Pacheco y Matheu, entre otros lugares, en 1984 se radicó definitivamente en Ingeniero Maschwitz. Viuda en segundas nupcias de Lito Schuler, es madre de Pablo (30) y Mayra (25), y abuela de Valentina (10) y Juan Pablo (3). Dueña de una voz prodigiosa y amante del folclore, a los 12 años debutó en un show de Ramona Galarza y a fines de los ‘70 tuvo el honor de ganar como mejor solista vocal en el célebre programa La noche del padrino (Canal 9) y también en el tradicional Festival Pre-Cosquín. Además, entre 2009 y 2012 fue directora de Cultura del Municipio. Sin llegar a vivir de la música, su nombre es respetado en el ambiente y este año festeja 40 años de trayectoria.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *