A los 38 años se dio el gusto de ser campeona sudamericana de wushu kung fu. Por la edad, ya no puede competir, pero da clases en su gimnasio y enseña valores. “Nunca hay que darse por vencida”, afirma.

A mediados de los ´80 había un dibujo animado llamado Thundercats: eran un grupo de cuatro personajes cósmicos que representaban a distintos felinos en búsqueda de justicia, peleando contra el mal. Cheetara era la única dama del cuarteto, luchadora, tenaz y valiente. Muchos años después, ese apodo le puso su entrenador a Andrea Palomo (40), quien hace wushu kung fu en la especialidad sandá (combate).

Su familia se radicó en Maquinista Savio cuando ella tenía 2 años. A los 10 entró por primera vez a un gimnasio para acompañar a una amiga que practicaba wushu. Enseguida le gustó, más allá de que también incursionaba en el vóley y el salto en largo.

Cuando empezó el colegio secundario dejó los entrenamientos por un tiempo, pero extrañaba. Así que decidió organizarse para volver.

“Retomé a los 15, en lo que hoy es el polideportivo de Savio. Continué dos años más y empecé a trabajar en un supermercado. Entonces cambié de entrenador para poder practicar en mi horario libre”, recuerda sobre sus pasos más serios en esta disciplina de origen chino, en la que están permitidos golpes de puño, patadas, atrapes y derribos. Los combates duran tres rounds de 2,5 minutos cada uno y se gana por nocaut o por puntos.

En 2002 empezó a competir oficialmente. Y desde 2010 entrena a las órdenes del maestro Gustavo Arias, en Zárate. Hasta el año pasado viajaba todos los días 45 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para cumplir con su rutina de aprendizaje y mantenerse activa. Cuando no tenía otros medios, hacía el trayecto en su bicicleta, en una muestra de constancia admirable.

En esa misma temporada, diez años atrás, salió campeona nacional en la categoría hasta 65 kilos.

Así llegó su primera presentación como profesional fuera de Argentina: fue en 2012, en Brasil, donde salió subcampeona latinoamericana.

En el medio sufrió una complicada lesión en un hombro mientras competía en el Sudamericano de Paraguay, cinco años atrás. Debió ser operada y la recuperación le llevó más de lo pensado. Recién regresó cien por ciento físicamente en 2018, cuando ganó en Uruguay el título de campeona sudamericana. Cinturón que logró por primera vez, a sus 38 años.

“El tiempo que estuve parada me hice entrenadora nacional, me preparé con una nutricionista, entrené muy bien y me lesioné la rodilla. Competí en el Latinoamericano en nuestro país y salí tercera. El objetivo era llegar al Mundial de China 2019 pero económicamente era imposible, así que me enfoqué en el Sudamericano de La Paz (Bolivia). Viajé con mi alumno Nicolás Sequeira (fue subcampeón) y esa fue mi despedida, ya que a partir de los 40 años no podés competir más en sandá”, explica acerca de su final como deportista, en agosto del año pasado.

Despedida que fue accidentada, a pesar de que se consagró otra vez campeona sudamericana. En la final obtuvo el cinturón porque su rival, una luchadora boliviana, no se presentó. Entonces enfrentó a una brasileña, en una pelea amistosa. Pero terminó retirándose en camilla y con oxígeno: los más de 3.600 metros de altura de La Paz fueron demasiado para ella y no aguantó la falta de aire.

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No hay que darse por vencida en ninguna circunstancia de la vida. Me digo que soy una guerrera y que tengo que seguir luchando”.

“Fuera de eso, la experiencia fue muy emocionante. Yo soy muy perfil bajo y la gente en otros países me reconoce, se saca fotos conmigo, cosas que te llenan el corazón. Ya no puedo pelear más a nivel Federación Internacional, pero sí hacerlo como profesional. La idea era ir a Tailandia o China, pero la pandemia pinchó todo”, sostiene Andrea Palomo, quien sueña con concretar un último combate fuera del país el año que viene. “Si el cuerpo me lo permite”, le confiesa a DIA 32, sincera.

Actualmente tiene su centro de entrenamiento Crossfighters, en Maquinista Savio. Da preparación física y técnica de deportes de combate y enseña sandá. También hay clases de kickboxing, crossfit, funcional y fitness. “Este año fui convocada por la Federación Argentina de Wushu para colaborar en el equipo técnico de la Selección. Soy la primera mujer que forma la comisión técnica de sandá. El wushu será deporte olímpico en los Juegos de la Juventud 2026, en Dakar (Senegal)”, afirma entusiasmada, pensando en alistar a sus alumnos para tamaño desafío.

“Cheetara” define apasionadamente este arte marcial que tanto la atrapa desde pequeña y que le ha dado muchas satisfacciones, más allá de los sinsabores de las lesiones. “Para mí el wushu es una pasión, mi estilo de vida. Me enseñó a ser fuerte, a persistir y respetar”, explica.

Una prueba de eso es la pandemia que tanto daño le hizo a entidades deportivas, clubes y lugares de entrenamiento, que no pudieron trabajar por el aislamiento. Algo que ella vivió en carne propia. “Tuvimos casi ocho meses el gimnasio cerrado con mi marido, pero no dejamos de luchar y salimos adelante. No hay que darse por vencida en ninguna circunstancia de la vida. Me digo que soy una guerrera y que tengo que seguir luchando”, asegura, con el mismo ímpetu que muestra en sus combates.

Una luchadora arriba y abajo de los cuadriláteros.

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