Rosana Nunez muestra una foto junto a su hija
Natali Bradichansky vive y trabaja en Tel Aviv desde hace un año. Cuando estalló la guerra, decidió quedarse a ayudar. Su madre, Rosana Nuñez, asegura que no puede dormir.

Cada día que pasa, desde que despierta hasta que se acuesta, Rosana Nuñez (53) sufre a la distancia la guerra entre Israel y Palestina. El sábado 7 de octubre se despertó muy temprano, sobresaltada por la cantidad de notificaciones que sonaban en su teléfono. Era su hija, Natali Bradichansky (25), que desde Tel Aviv le contaba que estaban siendo atacados por los terroristas de Hamas. Que estaba muerta de miedo, escondida debajo de las escaleras de su edificio junto a todos sus vecinos. Que escuchaban disparos, sirenas y misiles que se deshacían en el aire y caían en pedazos.

El horror que describía su hija no tenía fin…. Que los kibutz del sur del país estaban siendo quemados y sus habitantes masacrados, violados o secuestrados. Que los atacantes habían entrado de a miles desde la Franja de Gaza dispuestos a acabar con lo que encontraran en su camino y que estaban infiltrados por todas partes. Que por las redes circulaban videos espantosos grabados y difundidos por los propios agresores.

“Lo primero que hice fue prender la tele, pero no decían absolutamente nada. Ese día fue el peor de mi vida y empezó una película de terror”, le cuenta la médica escobarense a DIA 32 en su consultorio.

ataque de Hamas sobre Israel
Amanecer en guerra. El ataque terrorista de Hamas tomó por sorpresa a la defensa israelí

“Desde entonces trato de no quedarme sola para no pensar; a veces siento que, si ya no enloquecí, enloqueceré pronto, o me duele tanto el pecho de la angustia que creo que me voy a infartar. Mis días son así, es terrible. Hemos hecho llamadas con Natali donde de fondo se escuchan los misiles, literalmente. No puedo dormir, no puedo apagar el teléfono, estoy pendiente las 24 horas”.

Sus fuentes de información más frecuentes son el grupo de WhatsApp de argentinos con hijos en Israel y el de la Embajada, que está en contacto permanente con todos ellos.

Rosana Nuñez es una profesional de trayectoria. Hoy se dedica a la medicina estética. Antes fue directora de los centros de atención primaria del partido de Escobar y secretaria de Salud en Zárate, entre otras funciones. Tiene cuatro hijas: Natali es la tercera y la única que eligió el judaísmo como religión. Las otras son Anahí (34), Micaela (30) y Francesca (11). 

Rosana Nuñez en su consultorio
Angustia. “No puedo dormir, estoy pendiente las 24 horas”, afirma Rosana, pensando en su hija.

Quedarse en la guerra

Natali Bradichansky es licenciada en Economía. En 2020 estaba estudiando en Madrid cuando se desató la pandemia. Su madre la obligó a volver; aunque ella no quería, regresó. Ese mismo año se recibió y empezó a estudiar para aplicar para la beca que la llevó a Israel. Fueron elegidos 50 jóvenes de todo el mundo de entre 18 y 25 años para hacer una capacitación en Finanzas y Tecnología.

Cuando se la otorgaron, en 2021, no pudo viajar porque todavía no estaba vacunada contra el Covid, así que tuvo que esperar. Viajó en junio de 2022, por 3 meses. Cuando terminó la beca, la empresa la contrató. Hace un año volvió para las fiestas y se quedó en Argentina durante dos meses, ya que le permitieron trabajar en forma remota. Podría haber elegido entre un montón de países, pero ella eligió Israel. Y se hizo ciudadana, con la idea de quedarse varios años.

“Allá se vive muy bien. Es una ciudad de jóvenes, totalmente segura. Los israelíes son muy unidos, siempre contuvieron a Natali y la trataron como una más. Israel tiene un sistema de salud maravilloso, se paga un coseguro muy bajo y atienden en todas las especialidades. Tienen un médico de cabecera que va derivando a la persona según lo que necesite. Natali se hizo un estudio genético gratis para saber si iba a tener o no cáncer de mama, por ejemplo”, cuenta su madre.

Natali Bradichansky en el aeropuerto internacional de Ezeiza
Pasaje en mano. Natali Bradichansky, en el aeropuerto internacional de Ezeiza, rumbo a Israel.

Si bien vivir en Israel es muy caro y Tel Aviv una de las ciudades más costosas del mundo, la mayoría de la gente, sobre todo profesionales, tienen salarios acordes a esos precios. Los más jóvenes alquilan entre varios, porque los valores son astronómicos.

“Al principio, sus hermanas y yo estábamos enojadas porque ella no quiere volver”, revela Rosana. Y agrega: “Cuando le recriminé, me respondió: ´Primero que soy una mujer, después que ya me llevaste obligada en pandemia y no vas a hacer lo mismo ahora. No voy a dejar a mis amigos y a toda la gente que me ayudó cuando vine acá, voy a quedarme y aportar mi granito de arena´”.

Ella no es la única que quiere quedarse en Israel, a pesar del horror de una guerra. Muchos de los chicos que están allá tampoco quieren regresar; de hecho, muchos israelíes que estaban en otras partes del mundo volvieron para ponerse a disposición del ejército. Todos tienen compañeros de trabajo y amigos en el frente de batalla; también asesinados y secuestrados por Hamas el 7 de octubre.

Natali Bradichansky,y su mamá., Rosana Nuñez
Afecto. Rosana besa a su hija, el día que se graduó en la Universidad Torcuato Di Tella.

Sufrimiento de madre

Esta revista mantuvo contacto con Natali durante el primer mes de conflicto, en busca de concretar una entrevista telefónica. Si bien estuvo dispuesta en un principio, con el correr de los días la situación se fue agravando, tuvo conocidos heridos o muertos en batalla y finalmente dejó de responder los mensajes. Por eso es su mamá quien cuenta ambas historias.

“Al tercer día de comenzada la guerra nos pidió a mí y a sus hermanas que no volviéramos a comunicarnos hasta que ella no lo hiciera primero. Cuando nos escribió nuevamente, ya estaba trabajando de voluntaria para ayudar al ejército”.

Cuando abrieron el voluntariado Natali se anotó para armar los kits de elementos básicos para los soldados. Después la convocaron para preparar viandas en uno de los restaurantes más grandes de Tel Aviv, donde despachan cinco mil raciones de comida por día para el Ejército. Realizó esa tarea ocho horas diarias durante tres semanas; cuando llegaba a su casa, se ponía a trabajar para la empresa, que siempre entendió que lo más importante era el voluntariado.  

Para su madre, esta guerra no es por territorio ni por religión sino por antisemitismo puro: “Solo pensar que pueden llegar a matar a mi hija por el simple hecho de ser judía, me hace dar cuenta de lo mal que estamos como humanidad”.

Rosana Nuñez es una madre que en menos de dos meses pasó por todos los estados: de querer traerla obligada a irse a Medio Oriente para estar con ella y hasta pensar en anotarse de voluntaria como médica. “Natali es la que me hace bajar a la realidad, la que nos estuvo conteniendo a todos, la que contuvo a su hermana más chiquita haciendo videollamadas en las que la hizo escuchar música para hacerle creer que todo está bien”.

Pero para su mamá, nada está bien. Habla con emoción, con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas. Los primeros 15 días no vio ni a sus amigas, tampoco pudo trabajar. Se pregunta y se preocupa sobre todo por la salud mental de su hija, quien ya le pidió que deje de preguntarle todos los días cómo está, porque obviamente que está mal.  

“Hemos hecho llamadas con Natali donde de fondo se escuchan los misiles, literalmente. No puedo dormir, no puedo apagar el teléfono, estoy pendiente las 24 horas”.

Lo positivo de esta historia es que desde antes del conflicto Natali ya tenía pasaje para venir a Argentina el 29 de diciembre, pasar Año Nuevo y quedarse un mes y medio de visita. “Espero profundamente que pueda salir, pero a la vez me da miedo. También espero que quiera quedarse”, anhela Rosana, llevándose las manos al corazón.

“Por un lado me siento orgullosa: tengo a mi hija en una guerra y se quiere quedar a ayudar. Pero, por otro lado, es una situación desesperante”, concluye, con la angustia a flor de piel.

Rosana Nunez mirando por la ventana de su consultorio
Pensativa. En su consultorio de Maschwitz, Rosana Nuñez no puede dejar de sufrir por su hija.

LA GUERRA, EN PRIMERA PERSONA

“El antisemitismo que hay da muchísimo miedo”

En una entrevista concedida al canal D News, la escobarense Natali Bradichansky contó cómo fueron las primeras horas el día de los ataques y cómo cambió la rutina cotidiana en Tel Aviv desde que comenzó la guerra.

“El viernes (6 de octubre) a la noche había salido a cenar con unos amigos, volví a mi casa a las 3 de la mañana y a las 7 me desperté con una explosión. Fue muy raro, porque los sábados acá es shabat y no hay ruidos de nada. Después escuché otra explosión y enseguida recibí mensajes de amigos preguntando si estaba bien. Las primeras horas fueron de no entender nada”.

“Empezaron a llegar videos de lo que estaba pasando en el sur, camionetas llenas de terroristas disparando a las personas. Tuvimos muchísimo miedo. No sabíamos si trabar las puertas para que nadie entrara a la casa, porque si sonaban las sirenas había que salir a los refugios. Fue un día muy duro”.

“Las primeras semanas fueron de mucho miedo, no quería ni salir de la casa por temor a que alguien venga con un arma a querer matarme. Las sirenas empiezan a ser parte de la rutina, es raro, pero uno se termina acostumbrando”.

“Ya me ha tocado salir en todas las situaciones. El  otro día me estaba bañando y tuve que correr al refugio con shampoo en la cabeza. Cuando estás en un transporte público y suenan las sirenas, tenés que bajarte y correr a algún edificio o a un refugio”.

“El antisemitismo que se está dando en el mundo da muchísimo miedo. Es gente queriendo matar judíos. No me entra en la cabeza como en 2023 seguimos hablando de lo mismo. Es muy triste”.

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