Detrás de las barrancas de El Cazador surge un nuevo Escobar, con todos los lujos y servicios. Sin embargo, las consecuencias de urbanizar áreas de humedales se pagarían con grandes inundaciones. Un nuevo conflicto entre progreso, negocios y naturaleza.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Parado en la bisagra histórica de su cincuentenario, el partido de Escobar sigue experimentando, para bien y para mal, fuertes cambios en su aspecto. Y una de las varias manifestaciones de ese ambiguo crecimiento que viene atravesando se encuentra oculta bajo las barrancas de El Cazador, donde el desembarco de pueblos privados para miles de exclusivos habitantes se perfila como una suerte de distrito paralelo.

La falta de tierras para construir countries en distintas localidades de la zona norte explica que Escobar se haya convertido en el destino preferido -algo así como “la nueva meca”- para la radicación de urbanizaciones cerradas.

Nostalgias al margen entre el Escobar de ayer, el de hoy y el que venga, así como la expansión de emprendimientos inmobiliarios en vastas superficies de tierras bajas -bañados o humedales, en este caso- constituye un negocio redondo y una parcial respuesta a la demanda habitacional, también implica una seria preocupación para el equilibrio medioambiental escobarense, de acuerdo a la opinión de expertos consultados por DIA 32.

Sin embargo, ante el favoritismo por el desarrollo de poderosas inversiones privadas, la prédica acerca de posibles impactos y pasivos ambientales genera un contrapeso escaso. De hecho, desde el sector público se recibe a estos emprendimientos con los brazos abiertos. Claro, del otro lado también hay beneficios, principalmente a través de los mayores ingresos tributarios a las arcas municipales y la generación de fuentes de trabajo.

Nordelta II, El Cantón y El Cazal son los nombres de los nuevos pueblos que contendrá la geografía local en sus próximos mapas. Verdaderos lujos urbanísticos, a un precio quequizas la naturaleza se tomará su precio en fijar.

De Tigre a Escobar

El financista y desarrollador inmobiliario Eduardo Costantini compró 1.400 hectáreas ubicadas sobre la margen derecha de la ruta provincial 25, en proximidades del Río Luján, para replicar allí la ciudad cerrada Nordelta que empezó a erigir en el municipio de Tigre desde 1998.

Solo por la adquisición de esas tierras bajas, que cuentan con el atractivo de incluir cinco kilómetros de costa sobre el río, el dueño del Museo de Arte Latinoamericano (Malba) desembolsó U$S 50 millones en 2007, según publicó el diario La Nación. “La inversión total, incluyendo el desarrollo de viviendas, será de aproximadamente 1.000 millones de dólares”, adelantó él mismo, que en esta oportunidad no recurrió a “socios menores”.

El Nordelta actual cuenta con unas 1.700 casas, distribuidas en once barrios. Tiene una oferta integral en materia educativa, comercial y de salud, con cuatro colegios a los que asisten más de 1.800 alumnos, un shopping center, hipermercado, área de oficinas y clínicas privadas.

La intención de Costantini es, en un desarrollo a largo plazo, dotar a la nueva “ciudad-pueblo” de Escobar de la misma oferta de servicios que dispone su creación en Tigre, con capacidad para alojar a 80 mil personas. “Siempre tengo esas miradas con perspectiva a largo plazo”, expresó el multimillonario emprendedor al ser consultado sobre sus planes por un periodista.

Atravesando localidades

Desde las cercanías del kilómetro 44 de la autopista Panamericana, en Ingeniero Maschwitz, se asoman hasta las barrancas de El Cazador las 500 hectáreas sobre las que se desarrollará el complejo urbanístico “El Cantón”.

Su desarrollo contempla dos zonas claramente definidas: una residencial, con cuatro barrios de viviendas unifamiliares, y una comercial, de 50 hectáreas. “Es un diseño armónico en donde se busca un equilibrio entre las distintas zonas privilegiando el agua, el espacio y la tipología del lugar”, explican los responsables del Master Plan.

Uno de sus atractivos es la conformación de algunas islas que permiten sectores muy exclusivos rodeados de agua, con amplias lagunas y un pequeño puerto para embarcaciones con salida al Luján a través de un canal. También estará dotado de espacios para actividades recreativas, incluyendo una cancha de golf de 18 hoyos, un área comercial con paseos de compras, un colegio y un sector para la instalación de un sanatorio.

El valor de los terrenos más simples arranca en 28 mil dólares, mientras que los más caros superan los 70 mil dólares. Su comercialización está a cargo de J.P. Urruti & Asociados.

A cargo de este grupo de inversores, asimismo, está la construcción de un acceso que comunicará desde la bajada de la autovía hasta la barranca. Será un atajo para evitar las demoras en la circulación por el centro de Belén de Escobar.

El “nuevo Cazador”

Con el Náutico Escobar Country Club y el CUBE como vecinos, el barrio parque náutico El Cazal es el primero de un Master Plan que contempla el desarrollo de todas las fracciones linderas al Río Lujan, que en un principio suman alrededor de 400 hectáreas de un lado de la ruta 25 y 1.400 del otro.

Cuenta con unos 400 lotes, de 900 metros cuadrados en promedio, amarras y puerto con salida directa al río. Los más baratos parten de U$S 36.000 y los más caros de U$S 80.000. Su comercialización está a cargo de la inmobiliaria Vieytes.

El complejo está emplazado sobre una superficie de 70 hectáreas y el 50% está destinado a espacios verdes y lagunas. Empezó a construirse en 2008 y hace un mes hizo un evento para celebrar la apertura de su club house.

Impactos naturales

Desde el punto de vista inmobiliario y comercial, todo pareciera cerrar a la perfección. Pero sabias voces de investigadores del INTA y de especialistas en urbanismo advierten que construir poblados en zonas de bañados y albardones contrae un serio riesgo ambiental. Escobar es parte de la regla.

“Hay una complicidad en aceptar que los humedales son una tierra barata y que se puede hacer sobre ella lo mismo que se hace sobre tierras caras. Eso es falso. Si tiene menor valor es porque tiene condiciones que no la hacen adecuada para la urbanización, porque suponen una inversión tecnológica muy grande para revertir sus condiciones naturales. Es un tema que hay que plantearlo con toda seriedad”, afirmó a DIA 32 el arquitecto Alfredo Garay, titular de la cátedra de Urbanismo en la UBA.

Junto a otros expertos, Garay expuso el viernes 14 en una jornada sobre “Islas y Humedales” organizada por la red de entidades locales El Escobar que Queremos, como una forma de fomentar en la comunidad el debate sobre la preservación de estos activos ambientales y su aprovechamiento en usos de menor impacto, como emprendimientos de orden recreativo y turístico.

En esa línea, el arquitecto Garay señaló que “se hace necesario decidir hacia dónde se va a contener la expansión urbana y cuáles son los lugares que se van a proteger, porque tienen una vocación de área verde y prestan un servicio a la localidad, y, a la vez, al área metropolitana. Es un debate interesante para la sociedad. No hay que dejar que la tendencia de mercado formatee el territorio siendo irresponsable de las consecuencias que después genera sobre la urbanización futura. Hay que sostener una matriz ambiental adecuada”.

En cuanto a los perjuicios que derivarían de generar urbanizaciones en tierras no aconsejables para esos desarrollos, el ingeniero agrónomo Daniel Somma, que se desempeña como coordinador del proyecto nacional de ordenamiento territorial del INTA, planteó que “toda la zona del bajo es particularmente importante, por lo que implica en cuanto a la posibilidad de amortiguar las crecidas del río”.

“Son áreas donde estas crecidas se extienden en una superficie muy grande y determinan que lo que llega luego al área urbana, que está en tierra firme y en un nivel de altura superior, sea un menor volumen de agua”, precisó.

Somma también advirtió que “si se genera un proceso de urbanización en la parte baja, el impacto sobre la zona urbana puede llegar a ser mayor. Esto es lo que se está verificando en Tigre, donde un endicamiento en la zona baja a partir de Nordelta ha determinado que varios barrios más elevados tengan mayor altura y persistencia de la inundación en el tiempo. Estos son aspectos que hay que considerar”.

Como paliativo, aconsejó “establecer una planificación que contemple el desarrollo de ese tipo de urbanizaciones, pero también la interacción hidráulica con el conjunto del municipio. No evaluar qué va a ocurrir en torno del dique o el pólder donde esta urbanización se desarrolla sino también en el entorno del municipio. De no ser así, el impacto positivo que supone el flujo económico de estas urbanizaciones tendrá un correlato negativo en la calidad de vida”.

Pese al abundante territorio que ya han ganado los emprendedores inmobiliarios en los bajíos ribereños, el arquitecto Garay confía en que sea posible poner freno a nuevas embestidas y equilibrar la balanza. “En la medida en que la comunidad sea más consciente de estas cosas, se organice y considere que hay un valor para defender, más grande será la presión que ejercerá contra los inversores que quieran optimizar la ganancia. Y, en general, el poder político equilibra estos sistemas de presión. Si estos temas dejan de formar parte del paisaje y se problematizan, se está ante un crecimiento cultural”.

Tierra bendita

Un humedal es una zona de la superficie terrestre, generalmente plana, que está temporal o permanentemente inundada, regulada por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan.

La función principal que cumplen, luego de ser un gran ecosistema y un importante hábitat para muchos seres vivos, es que actúan como filtradores naturales de agua. Esto se debe a que sus plantas hidrófitas, gracias a sus tejidos, almacenan y liberan agua, y de esta forma hacen un proceso de filtración.

Antiguamente, los humedales eran drenados por ser considerados una simple inundación de los terrenos. Y aunque siguen estando bajo amenaza, el calendario internacional reconoce al 2 de febrero como Día Mundial de los Humedales.

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